Hoy: La anécdota de la poda de las plantas

(EXTERIOR/INTERIOR, CASA SUBURBANA EN CÓRDOBA, SIESTA ESTIVAL)

LULÚ*: (Toca timbre y no anda, aporrea la puerta) -Hola, Norita*, te venimos a devolver el colchón.
NORITA: (Sale en bombacha y camiseta, insulta por celular) –Pasen, estoy puteando a mi vieja. (Cierra la puerta tras nosotras con gesto varonil. Invádenos un hondo olor a sueño y gato encerrado.)
YO: (Transpira)-
N.: (Dice palabrotas, se queda un momento en silencio, abate la tapa del teléfono como si del capó de un Scania se tratara, lo arroja al suelo, me mira con voz de cigarrillo y ojos que gritan) -¿Nunca habías venido vos acá, no? ¿Cómo la estás pasando?
Y.: (Solícita y congraciadora) –Estee muy bien, muy bien, ¡gracias! (Deja en el suelo el colchón tomado en préstamo por Lulú meses atrás. A medida que sus pupilas se agrandan al ritmo de la penumbra reinante, observa en el suelo dos toallones hechos un bollo con un gato encima y yerba húmeda formando montículos bajo la mesa. Crece en ella una indescriptible y tormentosa inquietud moral: el super-yo del limpiescente entra en ignición.)
L.: -¿Qué pasó, nena, cuál fue el problemita con tu vieja? (Nota la cama deshecha y con migas) ¿Recién te levantás?
N.: (Asiente refregándose los restos de delineador con lagañas) -Pasa que la (piiip) de mi vieja y el (piiiip) de mi hermano están allá en el pueblo, y ella no le dice que mueva el (píiiip) y venga de una (piiip) vez a podarme las plantas, y tampoco me mandan plata, y…
Y.: (Detecta en el suelo un hueso de vacío con sus correspondientes moscas, una guitarra semicubierta en papel de diario, espaguetis -crudos y cocidos- regados por sobre las hornallas, un bidón de aceite goteando sobre una pila de platos –sucios-, y se inquieta aún más.)
L.: (Diplomática y agasajante) -¡Pero qué flaca que estás, qué cinturita, nena!
N.: -Ah, es por un novio marinero, venía de seis meses del mar, víteh, entonces chaca-chaca todo el día (se palmea una nalga), má qué dieta, JÁH. (Se acomoda el flequillo stone) Pero este salame que no me corta las plantas, todas las plantas crecidas tengo, un desastre, así están, así, (gesticula) Se van en vicio.
Y: -(Se pregunta cuánto puede empeorar a semejante chiquero un jardín algo descuidado. Va a preguntar algo pero calla, teniendo en mente que su concepto de limpieza no encaja en la media habitual.)
N.: -Pero vení, vengan, mirá las plantas lo que son. (Abre con una patada la reja que da al fondo.)
Y.: -(Observa. Muchas de las incógnitas que habían invadídola en momentos precedentes obtienen respuesta.) (Voz en off) -¡AHH! ¡Con razón!



Días más tarde, yo había vuelto a Buenos Aires.
El hermano de Norita había vuelto a Córdoba desde su pueblo natal, en un punto de las costas patagónicas, lugar de descenso para marineros de buques cargueros. Había ido a ver a su hermana, había cortado las plantas, habían convertido los residuos de poda en efectivo contable y sonante.
Mas la algarabía no duraría mucho. Esa casa del Barrio Jardín –qué coincidencia, ¿verdad?- fue asaltada por un grupo comando que se llevó la plata, la tele, el dvd, el equipo de música, los celulares de todos, la guitarra, varios discos originales de Los Redondos y todo el excedente botánico que pudieron hallar, a punta de itaca y escopeta.
A los habitantes y a su circunstancial visita –Lulú- los encerraron en el baño, amenazándolos con llamar a la policía, claro está. Ella logró salvar su teléfono gracias a que cuando la tiraron al suelo se lo escondió en el escote, y después mandó un mensaje a un amigo para que les fuera a abrir. Gracias a él lograron salir pronto y convencer a los vecinos de que allí no había pasado nada, así que no, por qué molestar a la fuerza pública, faltaba más.
Vecina anciana: “Pero se llevaron la tele y el dividí, tres muchachos” Norita: “Sí, sí, este…se los prestamos para ver películas”.


(*) Lulú es el mismo apodo falso de aquella amiga mía que arrojaba botellazos de Dr. Lemon y Pronto Bitt a las camionetas conducidas por jóvenes adinerados; después fue a la universidad y ahora es licenciada.
(*) Nora es el nombre falso de la chica protagonista de todas estas aventuras; recientemente me enteré de que se casó con un francés, tuvo un hijo y vive en Europa. Hay vidas cuyos guionistas no descansan nunca.

HOY: El modus hablandi

(INTERIOR, RUSH HOUR, AGENCIA DE PUBLICIDAD)

OCTAVIO IBARGUREN DE PICOS-PARDO AVELLANEDA*: (Pretende encender un Benson&Hedges y, ocioso como toda su estirpe, se posa en el respaldo de Ana*, concentrada proletaria del Diseño, que malvive de un sueldo breve) –Hola, Ana ¿tenés fuego?
ANA: -(No se da vuelta y continúa con la vista fija en el monitor; sabe por la característica entonación aguda hacia el final de las frases quién es el que está importunándola) Grñssk, grunf, cof cof, estoy trabajando.
O.I.D.P.-P.A.: -Ah (…) Eh…Ana, ¿de qué barrio sos? (Como todo aristócrata, Octavio no puede aburrirse sin estorbar a la Humanidad)
A.: -(Gira, inclina sus gafas y le dirige una oblicua mirada malevosa, aquella que hiciera célebre al Taita Funes cuando acuchillaba a alguno) De Floresta, ¿por?
O.I.D.P.-P.A.: -¡Uhhuhuú! ¡Pero eso es como…EL BRONX! ¿NO?


Tenerle paciencia a un aristócrata es más difícil que dibujar un pitufo de memoria. ¿Estás dudando? Te diría que pruebes, pero no, mejor no lo intentes en tu casa. Con mi hermano apostamos a ver a quién le salía y surgió tanto engendro que tuvimos pesadillas. Al final terminamos remodelando una de esas creaciones, víctimas del ubicuo reggaeton veraniego, y de ahí la imagen. Sin embargo, en aquella ocasión de impacto con aristócrata, el remate de mi amiga fue magistral: se levantó de la silla, lo miró fijo desde arriba –alta como siempre- y con un perfecto manejo de cierto slang neoyorquino locutó “I´M A NIGGER, BLING, BLING, CLICK´A - CLICK´A YOU MOTHE´ FUCKER!” gatillando un imaginario revólver en la mano derecha. Creo que Octavio se rió, pero retrocediendo a una distancia prudente, digamos hasta Manhattan.
En un escrito anterior mencioné la incapacidad completa de las clases altas para ponerse en el lugar del otro. Para ejemplo cortito y al pie está el que no pudo comprender que una muchacha asalariada como yo permaneciera todo el verano en la ciudad de Buenos Aires. Sencillamente, no entendió lo de no-salir-de-vacaciones-a-Punta durante tres canículos meses. Sin embargo, este año sí me fui, pero no a Punta sino a Santa Teresita, que viene a ser a la costa atlántica lo que Floresta a Buenos Aires o el Bronx a Nueva York.
Cuando le comenté a Ana que se me había pegado el spanglish -en virtud de habéserme desportillado día a día en los oídos Eddie Lover, Don Omar, Chapa “C”, Macano, La Factoría, Rakim&Ken y Daddy Yankee- se asqueó y me dijo que no le gusta el reggaeton. Pero para mí que no hay tanta diferencia entre su “Bling, bling, click´a-clicka” hiphopero y esto que yo le hubiera contestado a Octavio si me pedía un encendedor:
(Léase aspirando las consonantes y con la mandíbula un 40% más distendida de lo corriente en las sílabas con “a”.)
“Oye, mammo, teiquere, teiquirísi, no me pidas lighter, que aunque lleve top halter, no soy tu gatita, soy strít-fáiter, la más daddy de toda´ la´ west-mammie´ diacá a Santos Lugare´. Hellow, pára el chóu, bájame la revolución, enfunda ese fusil, aquí no hay ligther con refill, que yo no soy amiga, soy mala, soy hormiga brava. Y mira-mira, si esta callejera se jalea, es gata que araña, da pelea, te saca las muela´, y da pena la secuela.” Y me daría la vuelta, meneando la minifalda de cadena´ a laspalda, con esta´ mis nalga´ de veinte quilate´que sacas a dieta de aguacate cocido en salsa de tomate, y por delante aquel colgante, con el signo peso´gigante, en strass bien briyiánte. (…)
Sóri bróders, me ofreceré de lirista a Wisin y a Yandél, regreso al ratico, no se vayan a perder.


(*) Octavio es el nombre falso más aristocrático que pude hallar habiendo descartado a Leandro, Tomás y Lautaro, porque en el fondo me gustan para ponerle a un hijo o a un perro.
(*) Ana es el nombre falso de una amiga que a pesar de que la hice quedar como heroína y de que este escrito es un homenaje para ella porque cumple años el 22 de febrero, por ahí no le gusta esto que escribí y me manda a matar. Es que es de Floresta. Y Floresta es así, Floresta es el Bronx.

HOY: La cena de Año Nuevo

(ÚLTIMA NOCHE DE ALGÚN AÑO, 40°, CASA DE ABUELA CATY*)

BISABUELA: -No, nena, ensaladita tengo, dame lechón.
ABUELA CATY: -No podés, mamá. Y vino tampoco.
B.:-Pero nena…
A.C.: -(Condescendiente) Bueno, a ver, dame el plato. (Sirve una exangüe porción, inversamente proporcional al colesterol de la bisabuela.)
B.: -(Secretea inclinada hacia mí y golpea el puño sobre la mesa) Mirá qué miseria lo que me dio, a vos te parece. (Socarrona e indignada, a su hija) ¡Dios te conserve ese corazón de oro, nena!


Esta imagen de un lindo adorno navideño cuyo elemento decorativo es tirando a sospechoso, la obtuvo Andrea* cuando decoraba el local en el que trabaja. Quizá pase estas fiestas con nosotros, aportando su glamour, sus cabellos de propaganda y su caterva de anecdotarios inverosímiles. Yo quiero que venga; sería maravilloso, atípico y renovador. Es que desde 1934 en mi casa los años nuevos son idénticos. Para muestra basta el diálogo precedente; mi bisabuela exigía lechón aún a sus noventiséis bien cumplidos, y torta de nuez con crema, y que a nadie se le ocurriera darle poca sidra porque, si bien quedamente, empezaba a putear en genovés. En fin, otra prueba de que el tiempo cíclico de Borges es verdad. Todo lo referido a la mesa compone un rito inviolable, repetido desde lo inmemorial; a saber:


1) El menú de ensalada rusa, palmitos en salsa golf, vitel thoné, lechón, pollo frío y melón con jamón; independientemente de cuántos vegetarianos, diabéticos o personas con dieta no cárnica hayan surgido en la familia a través de los años, los reveses económicos de la misma o el cese de importaciones de palmitos por barreras proteccionistas en diversos gobiernos.
2) El mantel blanco de las tías; que por tradición es limpiado de sus manchas de vino tinto arrojándole vino blanco, sin que se haya registrado hasta la fecha prueba alguna de la eficacia de tal procedimiento si al vino no se le echa lavandina previamente.
3) Los cubiertos finos; que a escasas horas de la medianoche mi abuelo arroja derrotado sobre el plato, retirándose a la cocina con gallego ímpetu en pos de un tramontina, al comentario de “¡Coño, Nelly, cuántas veces te he dicho que estos cuchillos no cortan un caralho!”
4) Las nueces y avellanas; que mi hermano rompe por el llano deporte de poder romper algo, aunque se vea obligado a comerlas luego con 38°C y 100.4 F°.



(*) Caty es el seudónimo que uso para mi abuela Nelly, es tan bizarra que a veces me da miedo saber que compartimos genes.
(*) Andrea es el nombre falso de una amiga que sale en un videíto de Youtube la mar de jocoso, interpretando a una sirena de Año Nuevo. Por consideración hacia ella y temiendo que el 31 le eche soda a mi copa de extra brut, no lo linkeo.

HOY: La ornamentación navideña

(INTERIOR, NOCHEBUENA, CASA DE ABUELA CATY*)

ABUELA CATY: -Tomá, poné en la mesa el pajarito.
YO: -Bueno, pero ya no se usa más esto de poner pajaritos come-carozos, abue.
A.C.: -Entonces poné el pececito, nena, acá tenés.



“De todo hay en la viña del Señor”dice mi abuela y “De todo hay en el arbolito de mi casa” digo yo. Sí. Hasta ese familiar invertebrado de jardín está presente. De fino cristal azul, con una delicada cuerdita dorada, listo para colgar de una rama de pino sintético, les presento a… BABOSÍN.
Que hay adornos y adornos, ya lo sabemos. No por algo María Natalia* afirmaba que era desesperante su Navidad auspiciada por Coca-Cola, producto de veintisiete años de poseer almacén familiar y despacho de bebidas donde nadie reclamaba las promociones de diciembre.
Animalejos con cuernos, con alas, con jorobas, todo es válido; la Navidad es la fiesta del amor y la paz y por lo tanto, a nadie excluye. Las Pascuas ya dijimos que son más elitistas, sólo aceptan liebres y aves. Halloween, sólo murciélagos, los cumpleaños de G. “Guillote” Cóppola, sólo gatos.
Babosín apareció en la Nochebuena luego de cuarenta y tantos años de hibernación encajonado entre servilletas amarillentas. De más está decir que fue la atracción principal del almuerzo navideño. Tal vez por puro esplín de diciembre, quizá ya hartos de vernos las caras los mismos seis gatos locos (léase familiares, nada que ver con Guillote), Babosín pasó de mano en mano y cada comensal le otorgó un rasgo de personalidad y una actividad particulares. Presentamos un aquí un extracto de ese sano esparcimiento:
ABUELO: (Lo hace flotar en el Rolito derretido de la hielera) “Babosín náufrago”
ABUELA: (Dobla una servilleta de papel y la sujeta detrás de él) “Babosín angelito”
HERMANO: (Lo acerca a un ingenioso telescopio en miniatura realizado con restos del tapón de la sidra) “Babosín científico”
ABUELA: (Arrebatándoselo a HERMANO en un rapto de inspiración, lo encierra bajo una panera de mimbre en todo similar a una jaulita) “Babosín presidiario”
PAPÁ: (Lo arroja dentro de su copa de vino) “Babosín borracho”
MAMÁ: (Lo acerca a su escote) “Babosín baboso”
Como yo agarré la cámara y le saqué fotos desde varios ángulos, calcularán que dije “Babosín modelo”, pero no; tracé con miguitas su breve silueta sobre el mantel, lo enfoqué con la lente y anuncié acongojada “Babosín asesinado”.
Trágicamente, mis palabras serían proféticas. El 25/12/2007, a las 14.47 horas, ABUELO corrió bruscamente unas semillas de pasas.
El crujido del cristal nos avisó que Babosín (Q.E.P.D.) había dejado de existir.


(*) Mi abuela Caty es mi abuela Nelly y jamás va a leer esto, así que en realidad no había necesidad de decirle Caty.
(*) María Natalia es el nombre falso de una amiga que cree descubrir alegorías de partes pudendas -como ser un esfínter- en sus adornos del arbolito. Y algo de razón tiene.

HOY: Las postergaciones

(INTERIOR, NOCHE DE VERANO, MI CASA)

YO: -Gonzalito, ¿no te vas a bañar hoy tampoco?
PRIMO GONZALITO*: -No, Pili. Yo duro limpio varios días.




Este escrito sobre las postergaciones fue tan postergado que motivó chanzas. De hecho, la idea de realizarlo surgió durante el invierno, con la cancelación de uso del inodoro en casa. Terrible es vivir donde hacer pipí queda pospuesto indefinidamente hasta que el plomero diga. Esta situación crítica para la vejiga me hizo acordar al cartel de un tren del ramal San Martín -delataré mi edad- allá por cuando había ferrocarril de larga distancia. El mismo rezaba: “Sr. Usuario, sírvase usar el sanitario con la unidad en movimiento”. Un pasajero avispado contestó con lápiz: “Sr. Ferroviario, el tujes no tiene horario.”
La postergación es un síndrome que suele contagiarse a través del contacto con pintores de obra, plomeros, mecánicos, carpinteros y deliverys de pizzería; en la sintomatología clásica el infectado presenta rasgos clave de insistencia retórica tales como: “Mañana mismo se lo tengo listo”; “Su pedido salió hace veinte minutos”; “Es que no consigo el repuesto porque es importado de afuera (sic) y ya no lo traen”; “A las nueve estoy en su casa, doña”. En los últimos meses he debido tomar contacto con este amplio grupo de riesgo; comprobé que con la postergación no se ha inventado nada efectivo en cuanto a profilaxis.
Lo malo de andar postergando es que ya estamos en diciembre, pero estos escritos se fueron posponiendo tanto que no voy a estar en fecha para hablar de la Navidad, y la Navidad es terriblemente efímera. ¿Hay algo más deprimente que los almacenes con guirnaldas verdirrojas y campanitas llenas de tierra en pleno marzo? ¿No les dan desconfianza esas remiseras con adornitos dorados de “Feliz 2006”, donde se nota que debajo del 6 antes había un 5? Bueno, parece que de seguir así, la gente va a desconfiar de mi blog y algunos se deprimirán con él. Espero postergar semejante crisis. Tengo esperanzas porque mirando a EE.UU. -para variar- veo que pudo, salió de la depresión económica y generó confianza en los mercados (…) Ah, ¿no? ¿son mentiras de los medios? Rayos, ahora el blog ya está creando desconfianza.

(*) Gonzalito no es Gonzalito, y además nos une otro tipo de parentesco porque yo no tengo ningún primo, ni tío, ni tías, ni perro que me ladre.

HOY: Las cosas odiosas de la vida -Parte II-

(INTERIOR DE UN MICRO EN MOVIMIENTO, NOCHE DE TORMENTA, UN PARAJE EN LA RUTA A CÓRDOBA)

MAESTRA 1: (Chillona cual grajo de las pampas) –Noelia, oíme, qué hora tenés.
MAESTRA 2: (Zalamera) –Ay Guille, cebame un mate, dale, Guille. Guille. Guille, ¿me cebás un mate?
M.1: (Incansable) –Noelia, ya son las dos y media de la mañana, ¿no? Noelia.
M.2: -Sí, sí. (Levantando más aún la voz, si cabe) ¿Se lavó la yerba, Guille?
YO: (Cuatro asientos más adelante) -Mñgrunff…
M.2: -Cómo llueve Guille, ¿a vos te gustan las tormentas?

(Transcurre un lapso de hora y media, todo él lleno de sinsentido docente, dos concurrencias del chofer con mala cara intentando descomprimir la situación y varios bufidos de pasajeros ante su fracaso.)

M.1: (Haciéndose notar, por el volumen y entonación) -¡¡Y viste Guille que en un departamento hace más calor arriba que abajo!!
Y.: (Se tapa con la campera; voz en off) ¡AY, SÍ! ¡EUREKA, SEÑORA!




Con la mano en el corazón os saludo, queridos amigos. Nuestra lista de cosas odiosas se acrecentará una vez más. Hoy sumaremos a la gente que grazna de noche en los colectivos de larga distancia, como así también a las picaduras de mosquito, las remeras de batik con duendes mal hechos y los relojes que usa González Oro.
Tuve la mala puntería de embocarle con mi pasaje al colectivo que transportaba cierta manada de gente que resultó ser (lo deduje gracias a la nitidez de sus conversaciones personales) un contingente de maestras entre los veinticinco y los treinta años de edad, oriundo de Villa María, en el que el único Maestro era un tal Guille. Guille quería mate, le daban, Guille quería galletitas, le daban, Guille quería charla, le daban; en fin, a Guille le daban todas, parece.
Algo bueno del viaje fue que el colombiano que viajaba a mi lado creía en la hermandad latinoamericana y me convidó frazada de dormir, se ve que las maestras estaban acaloradas porque bajaron a pedirle al chofer que por favor subiera más el aire.
Ahora bien, para los que no están al tanto: cualquier pasajero que haya viajado en un semicama de dos pisos sabe lo POTENTE y MALIGNO que puede llegar a ser un aire acondicionado de micro. Yo no exagero, hay gente que en su equipaje pone abrigos expresamente para defenderse de él. Aún puesto en mínimo, resfría pingüinos. Como prueba hay un testimonio de María Natalia* sobre las vacaciones de 2006; la madrugada la sorprendió en posición fetal balanceándose abrazada a sus pantorrillas repitiendo “no voy a morir así, no esta noche, no de esta manera”.
Bueno, para concluir, no vamos a concluir con algo odioso, sino con algo bueno. En este viaje lo mejor fue la película con explosiones y tiros, como las de los Sábados de Súper Acción que tanto me gustan. Lo malo fue tener que escuchar cómo Guille les explicaba todos los chistes a sus compañeras, aún los que sólo se componían de caídas y resbalones.


(*) María Natalia es el nombre falso de una amiga mía que existe y que encima escribió sobre los micros algo mucho más divertido que yo, fijate acá en el día 13.03.06.

HOY: Los patatuses

(INTERIOR, MEDIANOCHE HIRVIENTE, MSN)
ANA*: -¡Pero qué mal los desmayos! (Cuenta sus últimos tres, todos vinculados al abuso de drogas, rock&roll y Jack Daniel´s) ¡y te golpeaste feo, quedaste muy mal??
YO: -ehhh…machucada, como futbolista que osa golear a un equipo de Bilardo…
A.: -jajajaj ¡bueno! Pensá q X lo pronto no perdiste el humor!!



Esta foto intenta demostrar que la psicodelia es como los patatuses o los volanteros de agrupaciones estudiantiles; vienen de repente y zás, te agarran. A Andrea* le pasó así, estaba lo más piola tomando té de canela en mi casa, y zácate, la atacaron los ´60 a capelina limpia.
Silvio Soldán cobró mucha popularidad de risa (como si no tuviera ya la suficiente) al trastocar aquel dicho de Lo último que se pierde es la esperanza. El buen Silvio, calzado con su peluquín color pelo de Arnaldo André, divorciándose de la Süller, no tuvo mejor ocurrencia que arrojar a nuestros oídos este aforismo: Lo último que se pierde es la elegancia.
Aquí, gracias a mi amiga ex-punk, diremos que lo último que se pierde es el humor. Porque conste que después del patatús, con mi horrible dolor de espalda, el amigo Nacho* repetía, insistente, “andá a que te saquen una radiografía”, harto ya de llevarme agua, prender o apagar la radio y recibir órdenes, y yo le decía que no, que si tuviera algo roto en la columna no estaría ahí en casa leyendo apuntes de Semiótica II y haciendo chistes, a lo que me respondió “no, no cualquiera, pero vos sí.”
En fin, amigos, conocidos, hadas lectoras, recordemos revisar siempre la gaveta del portaequipajes, vigilar nuestras pertenencias personales, y, como recomienda María Natalia*, “Decirle ¡NO! al patatús”.


(*) Ana es el nombre falso de mi amiga ex punk, que si lee esto por ahí se enoja, por ahí se ríe, no sé, por las dudas no diré nunca quién es.
(*) Andrea es la de siempre, puse una foto suya porque ya se estaba volviendo demasiado mitológica y algunos dudaban de su existencia.
(*) Nacho es el amigo al que siempre le tergiverso lo que dice, de la misma manera que cambio su identidad a piacere.
(*) María Natalia es el nombre falso de esa amiga mía que siempre da consejos necesarios y advierte la presencia de la Muerte a cada paso. María Natalia es útil en cualquier aventura, como las navajas suizas.

HOY: Las buenas noticias

(INTERIOR, ANOCHECER DE PRIMAVERA, CHARLA TELEFÓNICA)

MAXI (*): -Contraje la soltería, amiga.
YO: -Aah… (Recordando a la ahora ex novia piensa si debe lamentarse o felicitarlo)
M: -Y nada, eso.
Y: -Bueno, che… la soltería nadie la contrae, no es una enfermedad.
M: -¿Vos decís?
Y: -No, por algo lo único que se contrae es el matrimonio, Maxi.


(Este escrito no está muy logrado, lo he releído y no hay caso; los argentinos no estamos acostumbrados a las buenas noticias. Cuando las hay, el diario nos dice que son malas, cuando nos cuenta las buenas, sospechamos que son nefastas… y así nos vamos convirtiendo en posmodernos.)
Pese a lo que acabo de contar antes del paréntesis -una FEA noticia, por supuesto, no soy tan mala persona como para alegrarme cuando un amigo se separa, más allá de que lo haya usado para hacer el chiste- he notado que mis amistades no me tienen confianza para confesarme sus momentos de debilidad anímica.
No, no. Por eso sólo me llaman o me ven para decirme “grabo un disco”, “saco un libro”, “me voy a vivir con mi novia”, “organizo un desfile”, “ascendimos a la C gracias a un gol mío”, “te traje esto de Noruega”, “me hice el book y ya me pagan por salir en culotte” y otras cosas positivas por el estilo. Y sino, de última, se me decantan por traumas juveniles o de la infancia ya superados, tales como “en primer grado, mi maestra de piano me tocó la cola”, “a los doce le prendí fuego a un galpón” (de esos hay dos por lo menos), “con mi hermano rompimos un vidrio en el juego de la copa” o “atropellé un pato con el auto”.
Cuando están mal se meten en la cama a hacer pozos de sábana amarga durante meses –yo también pero no importa- sin llamar ni contestarme, y la explicación es que “no da para una vez que te veo contarte estos bajones”, “no quise porque vos siempre estás contenta” o “no me dio porque cada vez que hablamos me invitás a una fiesta”. ¡Momento! ¿cómo que “siempre estoy contenta”? ¡si hay sábados que a las dos de la mañana estoy tarareando Dancing Queen en pantuflas con un cacho de pizza fría en la mano! O poniéndome hielo por algún porrazo que sufrí al desmayarme. O cosiendo medias, sincronizada con una amiga que vive a 1450 km. Y la última vez que me invitaron a una fiesta no debe haber estado tan buena porque no me la acuerdo, la verdad. De todas formas, los lectores de este blog –entelequias inasequibles cual hadas- ya quedan formalmente invitados a la próxima que habrá en casa, muchedumbrosa y a todo trapo, para celebrar que se termina este 2008 de #&ζ%$ξ#ф‡*¨∂פֿ#*#. La buena noticia es que habrá 3 (tres) gustos distintos de gelavodka. ¿No es fabulantástico? (...)
No, dejá, mejor no me contestes.


(*) Maxi es el nombre falso de un amigo que en realidad hace un montón que no lo veo, que seguramente no lee esto y que quizás ni siquiera esté en el país. Pero es así, en este blog los asteriscos mandan.

HOY: El atolondre bolonio – Parte I -

(INTERIOR, NOCHE, BARCITO TOP EN PALERMO SOHO)

YO:-¡Ale, Ale! ¡Mirá! ¡El cantante de Babasónicos!
ALE*:-(Pispea achicando los ojos) ¡¿Dónde, dónde?! ¿Ése?
Y: -(Asiente entusiasta mientras revuelve en la cartera con ambas manos, quizás adelantándose a Ale en la búsqueda de un bolígrafo para autógrafos)
A: -¡Pero no, Pili! ¡Ése es el que hacía de Hijitus en Videomatch!


Si bien bauticé este escrito como “Primera parte”, eso no quiere decir que ya esté pensada la segunda. Al igual que en “Las cosas odiosas de la vida”, mi optimismo averiado me permite aseverar que habrá letra suficiente para varias secuelas.
“Bolonio” es un adjetivo peyorativo que surgió allá por después del Renacimiento para denominar a los malos estudiantes, principalmente hijos de nobles venidos a menos o comerciantes idos a más. Resulta que como los viejos no les podían bancar una Universidad decente, los mandaban a cierto colegio de Bologna, el cual vendría a ser como la Kennedy. Se ve que estos muchachos sólo querían divertirse, porque les dejaban unos chelines a los catedráticos y egresaban como por un tubo. Pero cuando volvían presumidos a sus pueblos natales, con plumas en el sombrero y calcitas blancas (rara moda masculina la de aquella época) trataban de hablar en latín y les salía griego mareado, chamuyaban a lo pavote y cualquier sacristán abombado les pasaba el trapo.
Es así como la ciudad de Bologna les dio nombre a los que confunden todo, opinan trastocando conceptos, se enredan en su retórica, tergiversan latinazgos y su habla es un puro patatús. De todas formas, el término “bolonio” es mucho más conocido desde aquel capítulo en que el Sr. Burns se lo aplicó a Homero. Y la ciudad de Bologna es más recordada por haber dado su nombre a una salsa para ñoquis antes que a esta formidable clase de atolondrados. Es menester aclarar que formo parte de ella desde que rompí el cascarón.
Debe haber muchas clases de boloñez, yo tengo muy enfatizada la que hace confundir caras y la que trastorna todo lo relativo a bandas, cantantes, discos y canciones. Con la primera, saludo amistosa a completos desconocidos e ignoro con respingos a compañeros de facultad, ganándome sendas malas famas. Con la segunda, muestro lo ignorantemente sorda que soy. Con las dos combinadas, paso burdos papelones. Una muestra es aquel atolondre del principio, ilustrado por la fotografía de Adrián D´Argelos charlando con el Enmascarado en Radio Atómika. Del Hijitus de Videomatch no pude hallar foto alguna en Google; se ve que no es tan famoso como creí, lamento haberme entusiasmado tanto por rantifuso semejante.
Continuando con mi boloñez, confieso que la palabra “Mercury” siempre me remite empecinadamente a Freddy, aunque también se trate de una banda (que no se parece a Queen) y de un auto. Además, en un 40% de los casos, no le acierto al sexo del DJ del que estoy hablando. Pero lo resolví de una manera inteligentísima: si llego a decir “es muy bueno” y me miran raro, agrego “lo que hace”. ¡Basta de pasear mi boloñazgo cual estandarte!
La opción de -algún día- informarme correctamente y como Dios manda está descartada, claro. No por algo soy bolonia.


(*) Ale es el nombre falso de una de las varias amigas de Andrea, pero como no las distingo entre sí, puede llegar a tratarse de la verdadera Ale. Qué problema.

Hoy: El toque ácido que no esperaba

(INTERIOR, TARDECITA DE MATE, MI COCINA)

YO: -Y no sabés, ayer me encontré un lagarto en la terraza, hermoso era, y se ve que ahí vive bien porque estaba gordito (…) y el otro día una amiga mía vio una culebra, toda gris, cruzando la calle, allá en San Juan (Mira al infinito con ensoñación y se le queman las tostadas. Lo disimula raspándolas con una cuchara a espaldas de Nico*)
NICO: -(Se pone a enumerar, esgunfiado) A ver, te gustan los sapos, las lagartijas, los murciélagos, las víboras, tenías un novio abogado, después salías con un peronista; me cache… ¡CÓMO TE GUSTAN LAS PLAGAS!



Seré una viva ilustración de esta frase inspiradora obtenida en la parte trasera del diario. Como quedo demasiado mal parada con la charla precedente, haré caso omiso de la misma. Porque a palabras tuertas, oídos ciegos. O algo así.
El otro día estaba escuchando la radio, y descubrí dos cosas de sopetón, llamativas para una novata como yo. La primera, Radio Atómica, que por varios cuerpos de ventaja respecto a cualquier competidora, es la más bizarra del Oeste, superando aún a la 93.7, radio de la Policía Federal. La segunda, que mis relatos futbolísticos preferidos son los de Radio Belgrano.
Antes ponía a Víctor Hugo y en vez de un partido parecía una conferencia de legislación nuclear en La Haya. En cambio, Radio Belgrano tira más a la chacota. Principalmente por los locutores que se pelean en agrio tono con diálogos incisivos como “En la televisión dicen otra cosa de ese gol, Freddy” -Freddy ni bola- “Fue off side, nada que ver con lo que comentaste, Freddy” (Freddy lo mata con la indiferencia y continúa el relato por si Maxi Moralez vuelve a darnos alegrías) El otro, malévolo, insiste cual mosquito de alcoba: “el línea no, VOS sos el que se tiene que comprar los anteojos, Freddy”. A lo que éste responde con ira: “¿me dejás terminar MI comentario, por favor? (chillidos de audio, le están por cerrar el micrófono, pobre Freddy) “Pero todavía no terminé de coment...” (Anuncios comerciales).
Además, siendo hincha de Racing y ganando, uno está como exultante, feliz de la vida, camina por las paredes, hace loopings, bate palmas y le pregunta cosas al transmisor, como en Los Tres Chiflados. Lo llamativo de esta emisora es que te responde, igualito que le pasaba a Curly. A mí el domingo me decían “señora hincha de Racing, frótese los ojos, ¡esto no es un sueño!” imitando un poco el entusiasmo de Príncipi cuando en 100% Lucha va ganando uno de los buenos. "Racing está de fiesta ¡y San Lorenzo de siesta!" “La Academia supera 2-0 al puntero del campeonato. ¡Pellízquese nomás, no le pusieron nada en el vaso, señora, pasa de verdad!” Y también mechaban comentarios poéticos intrincadamente metafóricos sobre las nubes, el balón y los cielos de Avellaneda. Lo que se dice, unos vates del deporte.
¿Dónde está el toque ácido que no me esperaba? ¡En las propagandas, por supuesto! Si bien la que más recuerdo es “Confitería Atuel, en eventos, la mejor de Ballester”, porque rima mucho, y la de “Cool Pilar”, por ser mi tocaya (“¿El partido se puso caliente? ¡Enfrialo con aire acondicionado Cuuul Pilaaar!”) había otra muy, MUY, ácida, y quizá macabra: “¡NO CORRA! Cochería Paraná SABE por qué se lo dice.”
Golazo.


(*) Nico es el nombre falso que presento para nombrar a una persona verdaderamente impresentable.

HOY: Los signos del zodíaco

(INTERIOR, TARDECITA, PELUQUERÍA DE BARRIO)

MUJER EDULCORADA E INSISTENTE: (Señala un horóscopo de la Para Ti) -Yo soy de Géminis, como mi hermana y mi novio, ¿vos?
YO: -¿Yo? Yo de Leo, como Madonna y Fidel Castro.



Visto que en la vida real –en el calendario del blog, no- fue el Día de la Madre, debería hablar sobre ellas, pero mis escritos van tan atrasados que el anterior es un homenaje al Día del Niño. Ya voy a explicarlo bien en mi ya postergadísimo escrito sobre las postergaciones. Por lo pronto hablaré de los signos, a pesar de que ya no estamos bajo el de Leo, porque pateé tanto al post que andamos por Escorpio.
Más allá de la fama que nos han hecho a los leoninos, de petulantes y orondos, es todo verdad.
Un leonino no presenta a dos amigos, les ordena conocerse; no sugiere, intima; no pregunta, interroga. Y tampoco habla, sólo asienta veredictos. Como prueba basta aquella imagen de holaholahelecho:http://holaholahelecho.blogspot.com/2008/04/dont-cry-for-me-clandestina.html Sencillamente, no puedo evitar hacer eso en todos los balcones. Y no por peronista; es que nací así, megalómana.

Una vez a una conocida mía le dijeron que en otra vida había sido virgen incaica ofrendada a los dioses, y por eso se había tatuado un cuchillo de sacrificio en la pantorrilla izquierda. Para no ser menos, yo podría verter mi verdad igualmente científica al decir que en otra vida fui faraón. Faraona, en realidad. (Desconfía de sus propias palabras. Ceba un mate. Reflexiona. Decide que siempre que se inicia un sinsentido, lo más sensato es continuarlo, pues la verosimilitud sólo peligra en las frases breves, como lo demuestra José Narosky a diario. Cobra impulso.) Y también cantante etrusco, huérfana en el Lejano Oriente, travesti maya, veterinario de las caballerizas de Su Majestad Jorge VI, obrera fabril del 1900 en Buenos Aires -esa fue la peor- y cortesana bielorrusa, para mayor exactitud.
Por suerte a mi signo Leo le hace contrapeso el del Chancho en el horóscopo chino, que es como más humilde. Dicen que en la antigua China a las mujeres que nacían cerdas las solían abandonar de recién nacidas, pues son difíciles de casar. Espero que la Revolución Cultural haya intentado avanzar sobre semejante falta de urbanidad hacia nosotras; mi vida sin padres en Pekín no fue agradable, y como habrán visto, no se compuso en el imperio maya a pesar de haber nacido hombre. Respecto a la dificultad hacia la boda, atestiguo que es una pura verdad. Y al dicho de que somos buenas amas de casa y limpiamos a lo tonto porque tenemos complejo de chiquero, también.
María Natalia* creyó toda su vida que era una rata, hasta que se dio cuenta que había leído mal el horóscopo y era una vulgar cerda de agua como yo. No sé si se sintió feliz con el cambio. Porque si bien hay chanchos loables como David Bowie, Alfred Hitchcock y el Dalai Lama, también compartimos predicciones con Moria Casán, Henry Kissinger y Diego Torres.



(*) María Natalia es el nombre falso de la falsa rata, que ya sabiéndose cerda aseguraba sin embargo que el horóscopo ratonil siempre le había acertado. Hace poco se cruzó con una víbora y su instinto roedor la hizo huir de inmediato.

HOY: Los niños

(INTERIOR, NOCHE DE CASAMIENTO, GUARDARROPAS DE SALÓN DE FIESTAS)

PRISCILA*: (Se dirige a una pequeña que quedó a su cuidado, con plena confianza y sin imposturas en la voz) -¿Y vos qué querés ser cuando seas grande?
NIÑA DE 9 AÑOS: -Y, lo primero, rubia.



¡Oh! ¡Los niños… pequeñas larvas de mamífero humano que exasperan nuestros ánimos y mojan nuestras camas…! Priscila se lleva bien con los chicos, a menos que sean malcriados y tengan más de veinte años, claro. No era ése el caso de la nena del guardarropas. Cuando mi amiga le preguntó por qué no le gustaba el pelo morocho, se justificó aseverando que “las rubias son más millonarias y las persiguen más los chicos”. ¿Estamos acaso ante una precoz lectora de mi blog, que quiere emular a Belén*? De ninguna manera, estamos ante un exponente de la Generación XXY, una raza de criaturas perspicaces a más no poder, que le comerían los tallarines en la cabeza al mismísimo Herodes.
Lo de Generación XXY no es porque los niños ahora sean hermafroditas, sino porque las fatídicas palabras tranquilizadoras de algunas madres (“te las dejo un ratito, seis horas nomás, no te hagas problema porque son nenas, ¿viste?, las nenas no hacen lío”) y también las de otras (“te los dejo, me voy a un día de spa, pero no te preocupes porque son varones, les tirás una pelota y listo”) ya han dejado de tener sentido. Hoy por hoy, ni los nenes se entretienen con poner en riesgo su integridad física por un fútbol desinflado, ni las nenas se divierten sólo con separarse en grupitos rivales armando intrigas crueles entre sí y divulgando secretos de otras. No, el mundo ya no es el lugar apacible que solía ser en mi infancia.
Tanto las XX como los XY son la piel de Judas, al decir de una persona muy querida para mí, que tiene la paciencia de ser maestra suplente. No cuento aquí lo que le hacen pasar sus alumnos o cómo le han llegado a contestar porque lo considero irreproducible. Violentando mis principios acerca de la conveniencia y salubridad de una educación pública laica y gratuita, diré que a esos chicos hay que mandarlos a un colegio de curas; al menos hasta que las maestras se capaciten para practicar exorcismos.


La criatura de la anécdota del principio, tiempo más tarde, por esas casualidades de la vida, compartió conmigo un evento cultural lleno de gentes cultas y cool. Mi obligación era filmar y atender el asunto del vino (tomármelo, claro), Priscila vendía libros y Nacho* controlaba la caja chica. Quiso el capricho del destino que la niña viera en mí a una autoridad a desafiar, y por lo tanto se me acercó con ímpetu de “mirá hasta dónde tiro de la cuerdita”.
Presentaré la situación en tres actos, ya que estamos en un ambiente culto.
Primer acto: La niña lleva un gigantesco avioncito hecho con el culto programa de actividades del evento cultural. Levanta la vista, me mira y declara voluntariosa: “Le voy a tirar el avión a ése de ahí”, y señala al tipo culto que ya ha sido marcado por Nacho como el más presuntuoso, estúpido e insoportable de toda la concurrencia. “Ah”, le digo, “¡Pero no!….¡no..!”, niego con la cabeza y agarro el avión. (Dudo del carácter adulto de mis actos, aunque no más de un segundo, por suerte) “con esto así no le vas a pegar, se te cae al suelo allá y te lo rompen seguro, mirá, si le das vuelta esta parte y le cortás eso, así, el avión dobla, ves, y al tipo se lo ponés de frente, por ahí en un ojo y todo, y si no le acertás, igual vuela de nuevo para acá”.

(Telón) -Entreacto: La niña se pierde en la multitud culta.- Segundo acto: Priscila pregunta por ella, yo no sé nada, le digo, y me tomo otro vaso de tinto salpicado de migas. Sigo filmando y pongo el zoom por entre la gente culta. Veo que un treintiañero fanfarrón de anteojos cuadrados y peinado desparejo es atacado por la réplica en papel de un MIG 31 ruso.

Tercer acto: La Niña entra en escena corriendo, me echa los brazos a la mano (suelo proteger mi cuello de excesivas ternuras), y declama: “¡Gracias! ¡es el avión más hermoso del mundo!” Y ahí es cuando, por más XXY que sea la niña, yo me emociono como una pava…Porque siempre pensé que mis aviones eran una porquería comparados con los que hace mi hermano, y eso que es mucho más chico que yo.


(*) Priscila es la amiga a quien le mantengo el nombre en secreto porque la hice quedar mal cuando develé a quién quería votar en las últimas elecciones.
(*) Belén es la amiga atractiva de la cual no puedo develar su nombre porque en febrero ya la hice quedar como un gato aprovechado en “Las facilidades de las rubias”.
(*) Nacho es el amigo que, cuando le develé que salía en mi blog, dijo -por las dudas- que soy una yegua, así que -por las dudas- le mantengo este falso nombre.

HOY: Los teléfonos celulares

(INTERIOR, NUEVE Y MEDIA DE LA NOCHE, ATESTADO TEÓRICO DE SEMIÓTICA II)

TITULAR DE CÁTEDRA: -(Se dirige con auténtica pedagogía a su amplio auditorio silencioso e hiperconcentrado; algunas testas destilan humo) Y entonces, para William James, el signo peptomiza la realidad, implica distorsión. En cambio, en el esquema pragmatista peirciano hay distinción entre percepción y comprensión, recordemos que Sanders Peirce conviene en que la realidad preexiste a la semiosis y que por lo tanto no
BOLSO DE ALUMNA: -(In crescendo) ¡MMMM! ¡SACRILEGIOOOSOOO! ¡Mmm! ¡rosquiiiillas! ¡Mmm! ¡Cerveeeeza! ¡MMMM! ¡Sacrilegi (Carcajada general)


Creo que si mi celular tuviera un ringtone tan customizado como el de esa compañera, debería cuidar de ponerlo en modo “Discreto” al entrar a clase, pero no la culpo. Es que era uno de los caros, ese que vibra, centellea, titila, destella, ilumina, brilla, rutila, relampaguea y cintila, entre otras acciones aplicables a estrellas. Por las dudas, cada vez que suenan, yo pido un deseo.
De todas formas no soy una adicta a la tecnología, de hecho ni siquiera llego a ser codependiente, de hecho me importan un comino los celulares, mp3, ipods y demás primos de tamagotchi. Así que no voy a hablar de ellos; voy a hacer de mi título un pito, y aprovechar la coincidencia para hablar de los hombres de nuevo. Es un tópico que nunca termino de agotar, por más que ellos a mí, sí.
Visto y considerando que mi perspectiva siempre tiene cierto sabor amargo, como de solterona de tango o madama deportada, voy a trazar una visión optimista del género masculino. Las relaciones gratas y válidas a mantener con él, son, a saber: (Como este cuatrimestre vimos mucho a Peirce, toda categoría se divide en tres hasta el infinito)
a) La amistad
b) La paternidad
c) El amorío inconsecuente

AMISTAD:
a) El amigo gay: Es amigo y es hombre pero le podés contar cosas que estropearían las cosas con tus otros amigos hombres.
b) El amigo heterosexual comprometido: Está tan contento con su novia que ni se le ocurre complicarte la vida. Brindo por ellos. Creo que existen uno o dos, tal vez tres...
c) El heterosexual soltero liberal: Se acuesta con tantas, que tener a una sólo para hablar le resulta estimulante. Creo que existe uno…o ninguno.

PATERNIDAD:
a) El padre en sí mismo
b) El padre relativo
c) El profesor

a-El Padre En Sí Mismo
a) El padre que da consejos
b) El padre que levanta la autoestima
c) El padre que pone límites
Todos son muy necesarios, ¿no? De hecho las mujeres malcriadas pueden catalogarse según cuál de ellos les faltó.

b-El Padre Relativo
a) El padrastro o tutor: Lo que hay de odio, es odio. Lo que hay de amor, es de verdad y no se le achaca a los genes.
b) El tío, abuelo, primo, padrino, hermano: Te llevan a la cancha, te llevaban a los cumpleaños de quince, te llevan a pescar, te llevan al TC, te llevan a ver las bandas donde hay pogos peligrosos. Y a veces hasta te cuidan y todo.
c) El novio de mamá: Si no está queriéndose congraciar con vos, igual es un aliado para cuando te pelees con ella.

c-El Profesor
a) El profesor propiamente dicho: Miguel Santagada, Comunicación I, Cátedra Entel, claro. Los que no lo conocen no saben el caballero que se han perdido.
b) El psicólogo: Parece escucharte, parece entenderte, no te cambia por fútbol, lo ves una hora por semana, ¿qué más se le puede pedir a un hombre?
c) El técnico: Es práctico, soluciona problemas, compone las cosas; y siempre tendrás la seguridad de que todo lo hace por dinero.

AMORÍO INCONSECUENTE:
a) El extranjero: Esta noche te paga la cena. Mañana no necesitás hacerle el desayuno porque está en Sydney.
b) El chongo: Va a los bifes y no sale de ellos. Es la mayor comodidad inventada después del lavarropas, el mensaje de texto y el delivery.
c) El romance ideológico-platónico: Cómo me gusta Marechal…qué pintón que era Bourdieu… qué grande el guionista de las telenovelas brasileras…cuántas mujeres están enamoradas de Liniers… qué bigotes los de Caparrós…cuán buenos son los teóricos de Miguel Santagada…etcétera.


Cabe decir que todo esto es una aproximación analítica a la cuestión, un amigo puede operar en la dimensión de lo técnico si te engancha del cable a cambio de unos vinos. Un chongo puede hacer de psicólogo y también llevarte a la cancha, y ya que está te compra un chori y entonces te paga la cena, un padre que pone límites es tu profesor en la vida, y puedo enumerar muchas otras combinaciones insulsas así por el estilo, pero no se preocupen porque no lo haré.*



(*) Hoy no hay asteriscos, ¡meta quebrantar estructuras, yo! Se ve que soy una rebelde.

HOY: El epílogo de una crónica anunciada

(INTERIOR, ÚLTIMA NOCHE DEL VIAJE, CABAÑA)

ARTEZÁNGANO CUASICUARENTÓN, BRONCEADO, RUBIO Y PELILARGO: -(Con sombrero de ala ancha y pantalón ajustado, en cueros de la cintura para arriba. Lleva chaleco de piel y collar con restos óseos símil plástico.) Hola, ¿está Violeta*?
YO: -(Lo mira fijo. Muerde una naranja con cara de pocos amigos.) Perá que la llamo.
Y.: -(Voltea al interior de la vivienda) ¡Viole! ¿Salís a jugar? Te busca Cocodrilo-Dundee.


Haber postergado tanto este post me sugirió que debería retomar mi escrito sobre las postergaciones, pero lo dejo para más adelante. En realidad debo reconocer que dudé mucho en poner como cabecera el diálogo con Cocodrilo. Hay uno mejor, que se dio durante el trayecto de diez kilómetros post-plantón en la ruta.
Como el tanque de gasoil no chupaba gas o algo así, se decidió que lo mejor era levantarlo. Así que lo sacaron de su cómodo lugar diseñado por ingenieros y lo subieron hasta donde va el pasaje. Lo ataron con alambre al perfil que separaba dos ventanas, y ¡voilá! Chupó gas nomás. El problema es que alguien debía sostenerlo desde adentro, porque sino se nos caía en pleno viaje. De más está decir que a esa altura, los muchachos del fernet, habiendo probado gasoil de una manguera, estaban desinhibidos y nada los incomodaba. De esa estirpe de ilustres hombres salió un voluntario para llevar tan preciosa carga.

(INTERIOR DEL COLECTIVO EN MOVIMIENTO, ANOCHECER, TERCERA FILA)

MARÍA NATALIA*: Pili…
YO: (Echada en un asiento color ratón con estampado ochentoso) ¿Sí?
M.N.: (Dubitativa, achicando los ojos y mirando atrás apoyada en el respaldo) El tipo que lleva el tanque con el gasoil a upa…
Y.: (Se lima las uñas con una piedra) Ajá…
M.N.: ¿¡ESTÁ FUMANDO?!
Y.: (Se incorpora electrizada y gesticula como taxista bocineado desde el carril izquierdo) EHHEEE, ¡¡FLACO!! ¡EL PUCHO, EL TANQUE!

Sí. En situaciones tensas abandono toda sintaxis y hago economía verbal limitándome a sustantivos comunes.



Y el flaco que llevaba el combustible se asustó y tiró el pucho por la ventanita más cercana. El viento y las leyes de la aerodinámica se encargaron de que la colilla volara para atrás…rebotando sobre el tanque de gasoil que en verdad era kerosene. Por más que mi papá me haya dicho que no es tan inflamable, yo me pregunto…cuando las madres en los noticieros hablan de los riesgos que corre la juventud y nombran a los cibers, ¿sabrán que existe algo llamado Gallardo Viajes Co.?
De todas formas no pudimos asustarnos mucho porque un ruido seco y notorio nos distrajo e interrumpió la ya accidentada marcha: se nos voló la puerta levadiza del portaequipajes. La misma estaba levada en vez de cerrada, porque sino se estrangulaba la manguerita amarilla por la que al motor le llegaba el kerosene aguado cual suero vital. Hubo que parar y buscarla, y también llevarla con los pasajeros, claro. Yo no sé cómo a Gallardo no se le ocurrió subir las cubiertas también, y agujerear el fondo de la unidad, y que corramos a lo Picapiedra. Por lo pronto hubiéramos tardado menos en llegar.
La conversación de Violeta* y Cocodrilo Dundee junto a una cuneta con la grata compañía de una botella de vodka permanece en secreto. No sabemos qué se dijeron, sólo los perdimos de vista. Un artezángano apodado “el Mago” no fue tan sagaz, y permitió que todos escucháramos lo que tenía para mentir. Lo de su casamiento en Chile, su hijo, su divorcio y su detección de un cáncer ya eran sucesos que daban letra para más o menos tres cuartas partes de una vida normal, si a eso le sumamos su viaje para encontrar el más allá, y que sólo tenía 22 años…había algo con los tiempos que no nos cerraba, pero a Lulú* igual le gustó. Y se fueron a pasear por los cerros. Horas más tarde volvió Violeta de las cercanías del río, pisando pies e hígados en bolsacama. Alguien se despertó y le preguntó por qué estaba empapada, a lo que ella respondió que “acá a tres cuadras, llovió”. ¿Comentarios? Al margen.



(*) Violeta es el nombre falso de la chica que volvió escandalizada el día que un artezángano parecido al líder del grupo Sombras la invitó formalmente a pasar la noche. ¿Con Cocodrilo habrá tenido los mismos reparos? Y eso que no era de los románticos que te hacían un garabato en alambre y te recomendaban “regar esta flor de alpaca todos los días con una sonrisa”
(*) María Natalia es el nombre falso de mi amiga que siempre está percibiendo desgracias en su presente inmediato o en un futuro cercano; a su paso estallan taxis, se caen puertas y mueren gentes. Es como una Casandra del siglo XXI.
(*) Lulú es el nombre falso de la menor que salió con el Mago divorciado; tiempo después se cansaron de que les cantaran “La marca de la gorra” siempre que los veían juntos.

HOY: La crónica anunciada. Parte II

(INTERIOR, MEDIANOCHE SIN LUNA, CABAÑA SIN LUZ)

LARA*: -(Emocionada) ¡Nomelopuécreeeer! ¡Qué grandes los vagos!
YO: -(Tantea cual Mr. Magoo) ¿QUÉ? ¿DÓNDE?
L: -(Desde el baño) Digo que ¡son unos genios los home-less!
Y: -(Tropieza con la Helatodo) ¿Pero por qué?
L: -(Sale con una vela en una mano y algo blanco en la otra) ¡¡Porque nos dejaron TODO su jabón en polvo!!


Todavía resuena en mí la vibrante alegría de mi compañera ante el descubrimiento de ese frasco chico de Nescafé mal tapado con una bolsa, conteniendo un puñado de polvo apelmazado. Saltar de felicidad por el hecho de heredar a un vagabundo anónimo nunca había estado en nuestros planes de clase media, pero ya se ve cuántas vueltas tiene la vida en los viajes de egresados.
Detergente también había, y, cosa extraña, ¡de primera marca! Yo lo empecé a usar, hasta que alguien me dijo que no era nuestro sino de los pibes que le daban fernet al chofer. Una conciencia muy limpia decidió que si lo habíamos tomado por error debíamos devolverlo. Me negué con los brazos en jarra y propuse que si era tan de ellos, que lo fueran a buscar, que ahí los esperaba si se aguantaban a lo guapo. Creo que ya por aquel entonces manifestaba yo una celosa ferocidad en lo que a elementos de limpieza se refiere. De todas formas, me obligaron a ir y dárselo a sus legítimos dueños. Era un Ala de 900 cm3, con colágeno, color rosa. (Lo echa de menos y snifea.) Ese duro golpe tuvo como consecuencia que no lavara ni un plato más en todo el viaje.
Y hablando de no hacer nada, ya es inútil retardar la entrada en escena de los personajes más funambulescos del Valle: los artesanos. Dichos individuos florecían a puñados en las cálidas y pedregosas banquinas de la zona, se apareaban por la noche en la orilla del río y bebían vino en caja cuales faunos de los bosques. Nunca sorteamos a ninguno de ellos sin que nos interceptara con un “Jí-hí, vó, ¿no tenís un pucho?” Rara vez caminaban, se movían o manifestaban algún tipo de actividad que pudiera clasificarse como “tarea”. Resultado de un extenso trabajo de campo grupal que los observó concienzudamente durante cinco días, fueron definidos como artezánganos. Y si bien han pasado los años, en nuestra comunidad se les siguió llamando por este apelativo común; jamás un artesano volvió a hacer artesanías, de allí en adelante fue siempre un artezángano que hacía artegansadas.


Para no parecer una holgazana zángana, y como ya no lavaba platos, dediquéme durante la estadía a las más diversas tareas. Me tocó lavar el buzo de Lulú*, que prácticamente sangraba salsa de una manga, y también curarle el dedo a Carola*, que se había cortado con un vidrio y se manchó la remera (en esa ocasión la herencia del jabón fue, sencillamente, una sucursal de la Gloria.) Como no teníamos curitas y Carola se desmaya si ve sangre, le eché azúcar en la herida y de paso bromeé con que hacíamos mermelada para Drácula. Años más tarde Rolando Graña explicó en la tele que así se curan los presos en las cárceles. Ignoro por qué, pero a mí me lo había enseñado mi mamá. Se ve que ya empezaba a sospechar que mi futuro no sería tan brillante.
Otra de mis ocupaciones era la de enfriar el jugo. Transcurridos ya dos días y sin presupuesto alguno para comprar Rolito, preparábamos el Tang a temperatura natural en una botella y luego lo metíamos en la acequia que bajaba con agua de deshielo. Y había que estar un rato. Pero no lo podías dejar e irte, como hice yo, porque en montañas a 1500 mts/snm. la corriente viene bravita y cuando te querés acordar, el jugo se fue valle abajo y lo tenés que correr por la orilla hasta atajarlo y lograr su rescate, extrayéndolo embarrado entre las algas. Poner eso en la mesa me valió algunas críticas. De más está decir que sólo fortalecieron mi autoestima y tozudez, como las de cuando se me cayeron TODAS las zapatillas y TODAS las medias de TODOS en el río, y de nuevo la correntada hizo de las suyas.
El destino me castigó por aquel descuido y me quedé sin calzado seco precisamente en el día de la Caminata hacia la Nada. Tres horas vadeando cursos de agua, espantando cabras, preguntándonos adónde íbamos, de dónde veníamos, si estábamos o no lanzadas al vacío, y trepando un cerro. Todos y cada uno de esos once kilómetros de aventura los recorrí en pantuflas. De raso. Estampadas a puro floripondio. Y con sendos moñitos color crema, tonalidad que jamás volvió a ser la misma, claro está. Vimos hermosos paisajes y varios cactus hachados por artezánganos con el cruel objeto de hacer pedro, el cóctel alucinógeno del lugar. Se decía por ahí que un compañero que lo probó estuvo toda la noche acariciando una piedra creyendo que era un gatito.
Al pegar la vuelta, el sol ya estaba cayendo. La linterna era un artilugio ajeno a nuestro equipaje, cosa complicada si estás deambulando por un páramo al que sólo se accede a pie o mula. Cuando ya calculábamos estar en problemas, preguntándonos eso de ahora quién podrá salvarnos, zás, apareció una F100 de la policía caminera, cual si fuera el Chapulín Engorrado. Nos cargó en la caja y pasamos el río todas las veces necesarias sin mojarnos. Ignoro cuáles eran las expectativas de María Natalia* respecto a la meta del camino; me consta que regresó con altos niveles de ofuscación en sangre y un emperre mayúsculo. Creo que la Nada la defraudó.

TO BE CONTINUED…


(*) Lara es el nombre falso de la que compañera que comió con gusto mi arroz hervido con ron y pez enlatado cuando se lo presenté con el nombre de “Suave guarnición blanca estilo pirata”. Después tomó y mezcló tanta sangría con vodka que terminó vomitándolo.
(*) Lulú es el falso apodo de una mujer realmente muy dulce, que sin embargo les revoleó una botella de Dr. Lemon a unos hijos del poder de paseo por el Valle, que nos miraron desde su vehículo importado creyendo causar impresión y nos dirigieron una grosería de la que no me percaté, para variar. Sí me di cuenta de la violencia del botellazo y atiné a agarrar a Lulú y guarecerla contra su voluntad en la cabaña. El hombre del grupo, mientras tanto, meta reírse sin soltar la jarra de vino con mandarina.
(*) Carola no se llama así de veras, pero de verdad sí que se desmaya si ve sangre.
(*) María Natalia es un alias de la que comentó con otro alias en otro post recordándome del agua “potable” de la cabaña, que “cada vez que abrías la canilla te salía el Amazonas entero con Tarzán incluido” de tanta alga que había.

HOY: La crónica anunciada. Parte I

(EXTERIOR, MEDIODÍA SANCOCHANTE, UNA RUTA DEL DESIERTO)

YO: -(Deambula por la banquina sin nada que hacer, mirando el colectivo varado y notando que alguien está usando el WC de la unidad, por el líquido que gotea en el asfalto. Ve al chofer manipulando con el tanque de combustible y se le acerca por puro aburrimiento) Y, ¿se arregla?
CHOFER: -No, no agarra, ves, le entra aire al tubo *palabrotas diversas* y entonces no enciende el motor.
Y: -(Habla por hablar) ¿Será por el gasoil?
CH: -(Indignado) ¡Pfff! ¡Si al menos FUESE GASOIL esto que le cargam…(Se interrumpe y cautamente prefiere callar antes que revelarle a una de sus pasajeras que la fórmula del “gasoil” se compone en sus tres cuartas partes de agua y kerosén.)


En los comentarios al prólogo de esta aventura, hubo algunas dudas sobre el número de integrantes que la compusimos. No está mal recordar que en toda gran odisea sucede lo mismo: ¿cuántos griegos asolaron Troya? ¿eran once mil las Once Mil Doncellas de Santa Úrsula? ¿o eran once, a secas? Todo dato confuso contribuye al mito, le da un sabor épico a nuestra gesta y la cubre con el vidrio polarizado de lo legendario. Sólo diré que, de todos nuestros compañeros, Marianela* decidió no ir y Beto* tampoco. Y no fue por el tema económico. Creo que nunca en la historia de nuestro colegio hubo un viaje más rasca que este. Yendo a Bariló en categoría “liberados” hubiéramos pagado el triple, aunque sea comprando chocolates para conquistar a algún coordinador ojiceleste. Violeta* no partió en el Gallardo Comfort Bus, tuvo un compromiso familiar que requería su presencia en la capital, así que prometió alcanzarnos cuanto antes viajando en un micro de línea. Y nos pasó, claro.
Carola*, la más comunista de la comunidad, me había pedido prestado Todos los fuegos el fuego hacía unos meses. Durante el plantón rutero bajo la artillería del sol cuyano no paró de hallar similitudes entre nuestra situación y La Autopista del Sur. Sólo que nosotros no estábamos en París, ni había autos, ni llovía. Ni llovería.
La fuente de agua más cercana quedaba a diez kilómetros. Un par de muchachos rústicos y desconocidos con quienes compartíamos el charter para dividir gastos, fueron a por ella. De más está decir que no llegaron. Ya se sospechaba que el líquido elemental no sería de su devoción, porque venían armando cocktails de fernet “Milán” con Pritty Cola desde las diez de la mañana, y convidándoselos al chofer en la base recortada de una botella plástica. Muy popular y autóctono todo, como el tetrabrick de “Mar de Arenas” del que no me despegué en toda la siesta, por más que estuviera caliente, con restos de azúcar de caña y olor a vinagre. Es que no me quería deshidratar. De todas formas convengo en que “Mar de arenas” es un nombre negativamente sugestivo para un vino con pinta de rasposo; estando en un desierto ni les cuento. Como no le sacamos fotos y resulta imposible hallarlo de nuevo, les ofrezco aquel “Manojo de uvas”, el reemplazo impecable.
En un momento apareció un joven imberbe, junto a un perro collie de puro pedigree. Nuestro hombre del grupo gritó esperanzado que venía Lassie a rescatarnos, pero no; era el jefe de los cerdos que habíamos mirado con hambre hacía rato. La clásica travesía de tres horas, a Gallardo le demandó salir a las ocho de la mañana y llegar a medianoche. En ese instante exacto nos dejó frente a la solitaria cabaña que calculábamos copada por vagos, a metros del río. (…) Años después, en un test de Posmopolitan* pícaramente llamado “¿Te gusta la aventura?”, a Lara* y a mí nos salió que deberíamos ser más arriesgadas y osar, por ejemplo, hacer dedo a la salida de un boliche veraniego en la costa atlántica. (Suspira)
El relato de cómo terminamos tomando gasoil de una manguera, el de cómo arreglé un inodoro rompiendo un mosquitero, el de la existencialista caminata hacia la Nada, el de cuando en pleno viaje a la audaz velocidad de 60 km/h se voló parte de la carrocería, el de las algas como ropa, el del jugo navegante, el de los artezánganos pedigüeños y el de cuando la amenazante Lulú* correteó a botellazos a unos chetos que nos tocaron bocina desde su 4x4, quedan para la próxima.

(*) Marianela no es la verdadera identidad de esta persona; me está cansando aclararlo siempre.
(*) Beto en realidad tiene un lindo nombre y no se apoda así porque cuando nació, su hermana me contó que alguien con muy buen tino dijo que ya basta con la costumbre de ponerle Gualberto a los varones de la familia. Pero al final se lo puse yo acá, para salvaguardar la Tradición y contar otra anécdota curiosa con esto de los nombres. Ojalá que nunca se entere porque me mata.
(*) Violeta es el nombre falso que digo que es práctico porque reemplaza nombres verdaderos de flores y también de colores.
(*) Carola tiene un nombre mucho menos aristocrático que este, creo que lo elegí para molestar a su conciencia de clase.
(*) Posmopolitan es un nombre falso que describe a la perfección la real idiosincrasia de cierta revista femenina.
(*) Lara es el cambio de un apodo verdadero, que nunca supe de dónde salió.
(*) Lulú no se llama así, pero tiene los rulos del personaje epónimo.

HOY: El prólogo de una crónica anunciada

(INTERIOR, TARDE DE HACE MUCHO, VENTANITA DE MSN)

ANDREA*: -¡Pili!
YO: -Andre… tanto tiempo! Cómo andás? (Snifea recordando que Andrea es ya una muchacha de 17 años y está por egresar de la escuela secundaria cita en la ahora distante provincia donde se conocieron)
A: -Igual que siempre, con los preparativos del viaje!
Y:-Ya estás terminando… (Sigue snifeando por el tiempo y la distancia y cómo crecen los chicos)
A:-Sí, te quería pedir consejos por la cosa de $$$…
Y: -Ah! Ja! Querés saber cómo hicimos p/ q el viaje de egresados de una semana nos costara sólo 25$ per cápita?!! Secreto profesional, jo jo jo.
A: -No, ya está la mitad paga y sale 900$ xq me voy a Bariloche. Lo q quiero es q me enseñes cómo convencías a la gente p/ q comprara esas rifas falsas con q los estafaste durante meses. O tb es secreto profesional? Jo, jo jo.


Luego de snifear de remordimiento y ternura pensando en el ejemplo que he dejado a las nuevas generaciones, le conté cómo se hacía, claro que pasando por alto su ironía del jo, jo, jo. Mi psicólogo diría que la decisión de revelar esta faceta de timadora ante el mundo obedece a mi baja autoestima y a una conducta sistemática de auto-boicot. Pero la verdad es que sólo responde a un profundo sentimiento de arrojo e impunidad juvenil, más dos partes de vocación por la ilegalidad y una cuchara colmada con la certera sospecha de ser inimputable.
Mi viaje de egresados no tuvo a Bariloche ni a Camboriú como destino. De hecho, durante el trayecto en micro algunos barajaban la hipótesis de que nos íbamos, llanamente, al carajo. (Intenta hacer memoria y se da cuenta de que la memoria no se hace, se nace). Ignoro si acertaron; sé que bajamos en Valle Fértil, luego de un par de inopinadas escalas en dos angustiantes puntos del desierto. Allí nos sorprendió (en orden alfabético) una cabra loca, la ebriedad del conductor, su fernet, el gasoil de composición también dudosa, un pastor, una piara de cerdos y un Torino que pasó saludando. Recuerdo la marca porque fue el único auto que vimos durante esas siete horas allí zozobrados en la arena.


Cuando la gente viaja, se pone más supersticiosa de lo que ya venía siendo en los martes trece y en los exámenes. Algún filósofo alemán debió haber dicho ya que los viajes son la sal del pan de la superstición. Quizá lo pensó pero no lo escribió y por eso no nos enteramos. (…) En la ruta contra la que nuestro colectivo arremetió existe la costumbre de dar un rodeo para visitar cierto santuario, so pena de tener percances en el recorrido. Muchas personas de poca fe vociferan que tales trastornos se limitan a pinchar una rueda, víctima de los miguelitos que arrojan los vendedores de velas y estampas en su cruzada por volver píos a los choferes. Quiérase creer o no, nuestro vehículo no transitó el sendero señalado por el marketing de las santerías, y el resultado fue una concatenación de accidentes y traspiés digna de coleccionistas extranjeros.


El origen de todo se remonta a una lluviosa tarde de septiembre en que contratamos los servicios de Gallardo & Co. “Viajes y Turismo”. Algo que -en virtud de la imagen previa- jamás deberíamos haber hecho, sólo que por aquel entonces no lo sabíamos. Quizá tendríamos que haber ido los diez integrantes de la división, nueve mujeres y un hombre; la presencia de un varón atenúa las ínfulas de los chantapufis, pero siendo tan feministas no podíamos saberlo. Caminábamos entonces las cuatro amigas juntas, con alpargatas y garúa, una combinación dadivosa en resbalones, la cual no conocíamos en toda su severa dimensión; mi pompis la conoció ese día. Andábamos, digo, como Los Beatles sin Yoko, o mejor aún, como Los Simuladores, sólo que aún faltaba un año para que salieran al aire y nosotras no lo sabíamos. Íbamos a una secundaria estatal en los ´90; sabíamos muy pocas cosas.
El garage precario donde se achatarraban tres ómnibus piojosos debió disuadirnos, pero éramos tan jóvenes e idealistas que no; queríamos cambiar al mundo, y ya que estábamos, al pétreo tradicionalismo del viaje a Bariloche. El dueño de la empresa de transportes (Reprime la carcajada al leer cómo ha denominado a Gallardo Viajes&Co.) nos mintió y sus empleados intentaron seducirnos ofreciéndonos toda clase de bebidas, algunas de las cuales una, que era una inocente, supone inconvenientes para ingerir en horario laboral. De todas formas, al igual que los niños, que naturalizan todo, están vacíos de previsibilidades y la más campante anomalía les parece normal, agarramos viaje. Fueron veinte pesos ida y vuelta per cápita, más el derecho a usar una ducha de un camping del cuñado de Gallardo, allá por el Valle. Éramos unas leonas negociando, qué lo tiró.


Una vez arribados a destino, los nueve camaradas de división nos hospedaríamos en una cabaña abandonada. La misma era -o fue en alguna época- propiedad de la tía de una compañera, y se comentaba que había sido usurpada por vagabundos. (Usurpada la casa, no la tía, aunque en su momento hubo bromas respecto al tema.) No tendríamos gas ni luz, y el techo deberíamos disputárselo a unos marginados, pero llevábamos una Helatodo, dos botellas de ron, una de vodka, un hombre, la guitarra, un paquete familiar de galletas Traviata, latas de atún y tres mates sin bombilla. Éramos tan jóvenes. Éramos tan hippies.
(CONTINUARÁ...)


(*) Andrea es la amiga de siempre, le conservo el nombre falso porque la última vez que la vi, me contó una anécdota divertida con un mimo de los que piden plata en el subte y antes de que pudiera decirle algo, acotó: "Sí, ya sé que lo vas a usar en tu blog, estoy harta; ¿acaso mi vida es un chiste?"

HOY: Las escuelas de seducción

(INTERIOR, NOCHE, FIESTA JOVEN EN UNA PENSIÓN DE ONCE)

ANDREA *: -(Amable como siempre, con espuma en el alma y cerveza en el vaso, prosigue la conversación que le entabló cierto individuo) ¿Y vos viniste a estudiar, a trabajar…de vacaciones?
EXTRANJERO QUE APARECIÓ CUAL HONGO CON CABELLO AFRO: -(Orondo, pretencioso, con acento, dándose corte) No, bueno, mira, yo vine a abrir mi propio emprendimiento…
A:-
(Temerosa, imagina que está frente a una persona demasiado VIP para un albergue de estudiantes. Retrocede con prudencia.) Ahh.. ¿de qué?
E.Q.A.C.H.A.E.L.P.D.A.: -(Didascálico, tose como los senadores y los expertos en cata de espumantes. Saca pecho.) Yo vine a la Argentina a abrir mi propio negocio de decoración con globos.
A: -(Voltea hacia el tumulto, se encubre con el vaso y un tema de Agrupación Marilyn ahoga su reacción) -Pffff… mjjjjuuu UHUHU usjujú jua jua ¡HA HA JAJA JA!

Las pensiones de Balvanera son un camporégano de nacionalidades; el conflicto Colombia/Ecuador de este año dividió las aguas, los cuartos, y el horario de ducharse. Fue difícil: lo más parecido a Chávez y Evo como mediadores era un pibe de las Guyanas que hablaba francés y un yanqui al que le robaron las zapatillas. La tensión diplomática no fue obstáculo para que la anécdota precedente estuviese sembrada de chascarrillos como el de María Natalia*, que deseó vía sms que al globista “no se le pinche el negocio”. Otra opinó que tenía tanto el pelo como el ego muy inflados. A lo cual Andrea retrucó que no importaba, porque ya le había “dado aire”. […] Y así se siguió durante horas.
Eran días felices, el riesgo país aún no había vuelto a los diarios, estábamos de vacaciones, tenía milanesas en el freezer, sol en el patio y una cumbia en los pies. (Baja a por un trago de vino que le edulcore los recuerdos.) (…) (Está picado.) La cuestión que quería tratar aquí, porque lo prometido es deuda, es el tema de las instituciones educativas que enseñan a levantarse mujeres. Como vemos, el chanta argentino no ha muerto; sólo ha prosperado.
Para corroboraciones, porque este blog es de lo más verídico, pase por http://www.seduccionsecreta.com.ar/ o por http://www.secretosdonseductor.com/ o por la hollywoodensemente vernácula http://www.levantart.com.ar/. Yo la recomiendo, al decir de Mirtha. Es como retroceder a la infancia y estar leyendo las Locuras de Isidoro, de veras.
Parece que allí son capaces de instruir a los caballeros para obtener números de teléfono de la chica que desean. También podés, por la módica suma de trescientos pesos mensuales -a razón de una clase semanal- reconocer cuáles son los mejores lugares para una primera cita. No vaya a ser que un novato haga la de Robert De Niro en Taxi Driver y lleve a su dama a aquel célebre cine de Flores, a ver una remake de Las Tortugas Pinjas. Sería lamentable.
Ante este flagrante curro consumado yo me pregunto, ¿qué tan difícil es sonsacarle el número a una señorita, si en algunos boliches con túneles le sacan hasta los calzones? A mí me mintieron: o los hombres son mucho más ñoños de lo que creemos, o el siglo XXI no viene con tanto reviente como se dice por ahí. ¿Tan difícil es chamuyarse a una mina? Creo que no, pero quizá sea porque tampoco lo intenté con tantas, debo reconocer que no me le animaría jamás a una rubia con animal print.
Me dijeron que un amigo de un amigo llega a encarar hasta quince veces por noche, y a todos los casos les pone ganas, sin importarle los rebotes. Tiene toda una teoría estadística sobre el asunto, con leyes de probabilidad, azar programado y singulares caracterizaciones de los procesos estocásticos. Eso sí que es un militantismo del levante científico; posee mi admiración. En cambio, en The Pick-up School lo que trasunta el programa de estudios es una afición por la cantidad, el número, la cosa al por mayor. Y ahí sí me ofendo, porque ¿qué somos las mujeres? ¿Cornalitos del muelle de Mar del Plata? Esa técnica de creerse un mediomundo y apuntar a cuanta hembrita se cruce, al voleo, tiene algo de espermatozoide indefenso perdido en un pelotero de óvulos. Por más que en Seducción Secreta te conviertan el look para que vuelvas locas a las mujeres, o logres obtener una personalidad atractiva e interesante. Porque, ¡diantres! ¿cómo diablos se compone una personalidad de esas, apta todo terreno? Querer gustarle a todas es terminar espantando a varias. Una colega universitaria precisamente se quejaba de los bobos de boliche, “esos que siempre te están contando lo cool que son y todas las cosas cool que hacen”. Citaba a los chefs, pero yo agregaría al que estudia cine en la privada y al VJ, al DJ, al RRPP, al CEO y otras siglas.
En fin, habría que decir que los alumnos de estas escuelas son todos unos cobardes redomados, pero esas frases asertivas que generalizan los asuntos de interés general son patrimonio de los noticieros. Mejor me despediré con una incógnita reflexiva: con lo bien que nos vendría a algunas haber nacido hombres, no comprendo por qué la Naturaleza insiste en dotar de cojones a señores que no los usan.


(*) Andrea es la de siempre.
(*) María Natalia podría ser la de siempre, pero no, porque es de esas mujeres que siempre se están reinventando a sí mismas. Esto creo haberlo dicho antes.

HOY: Los mentados estereotipos

(INTERIOR, NOCHE DE ALMAGRO, PIZZA CON AMIGO ARISTOCÁUSTICO)

VITO*: -Vos, así, tenés un montón de cosas de cheta, ¿entendés? Y está bien, porque no hay tipos puros, es todo una mezcla, la verdad está en el gris.
YO: -(…) (Está de acuerdo pero no quiere dar el brazo a torcer, y se distrae pensando que el gris, en efecto, es el color de la temporada) ¿Y yo qué tengo de cheta, a ver?
V.: -Y…(Dubitativo y certero) las uñas pintadas, ponele, y francamente, tu manera de niña bien para comer las aceitunas…ejem…
Y.: -(Voz en off) Inocente, ¡si me viera tomando vino en caja!


Las charlas con el entrañable Vito -"el aristócrata"- suelen conducir a reduccionismos simplones, como afirmar que soy cheta por las uñas que tengo, o que él es un pibe de barrio porque juega al fútbol y no se corta el pelo. Sin embargo, hemos visto que abjura de la generalización y anatematiza el tipo puro, así que no me la voy a agarrar con él desde esta cobarde trinchera de elhelecho. Es más, ahora mismo tomaré el charango de la Ira y la quena de la Indignación para cantarle las cuarenta a BESTIARIA. Disculpen por componer este libelo en segunda persona y ubicar mis notas en el más panfletario de los pentagramas, señores lectores, pero la Vergüenza está atacando con villancicos de ariete a la Navidad de mi conciencia. (Tose)
En plena posmodernidad, asumir clara y ciegamente que algo no nos gusta, equivale a afirmar que tenemos algo en claro, aunque más no sea un desagrado de morondanga. Y por qué no, casi-casi asumir un esquema de valores, un regreso al Templo de lo Axiológico, al Árbol del Bien y del Mal y otros lugares cada vez menos comunes. Peor aún si hablamos de lo bueno y lo malo en blogs, virtualismos donde el “todo vale” reina diletante mientras se hace las uñas y afila las garras.
Bestiaria es un blog que pueden visitar –preferentemente con el estómago vacío- a pasitos de aquí. Antes que suene el gong de la pelea quiero aclarar que no es nada personal, señora Bestiaria, por lo que leí, usted se ha hecho feliz escribiendo, mi enhorabuena pues. Y es más, yo no digo que lo suyo sea malo, de hecho, no digo que todo es malo, sino que todo es peligroso. Así que no diré que Bestiaria sea malo, sólo es aburrido, regordete de generalizaciones berretas y ubérrimo en estereotipos sin gracia.
A esto que hago le cabe una metáfora fraguada por un conocido mío: es como si un hincha de Lanús le tirara un piedrazo él solito a toda la barrabrava de Boca. Sí, muy bien. Es verdad, porque usted ya sacó un libro, es famosa, gana dinero con el blog, e incluso paga con rebaja su conexión a Internet; yo soy una chirusa y me leen dos gatos locos. Eso no impide que le diga que escribe fiero, doña.

En primer lugar, ¡sus generalizaciones! ese vademécum de estereotipos inhallables que sólo las opas y miopes tropas de lo Obvio acostumbran ver. La realidad es compacta, señora, compleja, dura como un coco, y sólo el aguzado machete de la sutileza puede quebrarla, desplegarla, explicarla, sacarle el jugo y ver lo rica que es. Aunque hagamos notas de costumbres. Aunque sea desde un blog. Aunque chirusa.

En segundo lugar, le cederé la palabra:
“No tengo que aclarar lo contenta que me pone ser parte de Crítica y todo eso, porque me imaginarían feliz y es algo que no quiero. Yo nunca estoy bien. Soy pesimista: vivo para quejarme y para protestar. No puedo remediarlo. A diferencia del resto del mundo, yo nunca pienso en vasos medios llenos o vasos medios vacíos, yo pienso que el vaso tiene vida, y que me quiere matar.”
Yo creo que si el vaso cumpliera su cometido, habría algunas pavadas de menos en la Internet. Y disculpe que la baje de sus mullidas nubes malaonda estilo neoyorkino, pero hace treinta años que el pesimismo no es fértil, mujer. No hay que decir que todo es malo, porque ahí la meta es la apatía. Repito, yo no digo que todo es malo, digo que todo es peligroso, no propongo el pesimismo sino un militantismo pesimista. Esto lo decía un tipo la mar de óptimo, a quien describiré como un puto que murió de sida*, para caer yo también en el barranco de la generalización y el cliché, y ver qué se siente. (Le agarra una patada al hígado y corre a por un boldo) (Vuelve) Otra cosa que no entiendo es la gente orgullosa de los defectos, que pasean su mal temperamento como si de carácter con pedigree se tratara.

En tercer lugar, para mí, la forma es contenido. ¡Pardiez! He estado en desiertos reales y literarios, pero árido y pretencioso como el suyo, pocos. Créame. Siémbrele un retruécano, o un oxímoron de secundaria al menos, para alegrar los ojos que se agobian entre tanto arquetipo de dos con cincuenta. Cuélele una metáfora, píquele algunas comas en juliana, no sé, improvise. Mire Arlt, describiendo al hombre de la silla en la vereda, qué despliegue exacto, qué prosa aceitada, qué afinación y balanceo en la ironía. La suya, señora, tiene el calibre de un misil tierra/aire con la puntería de una catapulta medieval. Le aseguro, es puro impacto, poco blanco, amplio margen de error, trazo brocha gorda, daño colateral a la inteligencia. Y perdone, pero el gramaje de la sofisticación de su prosa no llega al uno.

Parece que me he ensañado, pero no, ya lo dije, es la Santa Indignación la que promovió esta hoguera. Mi auto de fe reside en las mujeres, en esa surreal complejidad que las viste, en esa fuerza para cambiar lo que no va en vez de rubricarlo con la queja, en esa capacidad de amamantar las revoluciones silenciosas. Esas revueltas lentas y violentas en su paz, de adentro de la cabeza, de las mentalidades, que toman los invernales palacios del prejuicio y dan vuelta las bastillas del estándar.
Señora, soy la flaca que no engorda por más facturas que le pinten, soy la que odia cocinar y se manda ese “Pastel Niágara” de ahí arriba cuando cumple una amiga, soy la que presenta sus desgracias como si las provocara ella misma para tener algo que contar, soy la que come chori al paso con las uñas pintaditas, soy la que combina la cartera con los zapatos y soy la que se tiñe los zapatos para que le combinen con la cartera, soy la que saca buenas notas por un mal de amores, soy la que se sabe de pe a pa el último corte de Néstor en Bloque. Y somos la que cose medias y piensa en la Bienal de San Pablo en una veterinaria, la que se recibe en Comunicación en la UBA y tira el currículum en MTV, la que toca la guitarra y lee poemas pero no se resigna a salir con “intelectuales compungidos”, la que va con las compras –un pollo y sus interiores- a las asambleas estudiantiles, la que vive al día en una pensión hippie y conoce lo último de Dior y Cavalli, la que adopta un conejo por ternura, recriminándolo con insultos irreproducibles cuando orina su ropa, y así hasta el infinito. Las mujeres ciertas son inclasificables, y si bien no caben en las casillas, usted las saca de ellas.
No quise ser el gusano que desangra amargas babas sobre la roja manzana de su feminismo pesimista; fue un accidente. Esto no tuvo la intención de ser una crítica -por más que le quepa el sayo- porque la crítica es una cucarda que a veces condecora cabos creyéndolos coroneles. Como epílogo, señora, a contrario de lo que usted afirma en una entrevista, yo no quiero ganar plata con mi blog. Para ganar plata, trabajo; soy secretaria de una astróloga: robo honradamente.


(*) Vito se me ocurrió por Corleone, aunque como nombre falso también estaba Vittorio, por Gassman, o Vincent, por V. Gogh, que cuadraba por artista, y Victorino, por De la Plaza, un aristócrata de aquellos.

(*) Conocido en ciertos círculos como “Michel Foucault”; colega y compatriota del otro que decía que la realidad es compacta y compleja.

HOY: Los desencuentros

(EXTERIOR, ESQUINA DE CABILDO Y JURAMENTO, MEDIATARDE CUAL GALLETITAS)

YO:-(Atiende su celular demodé) ¿Holá? ¿Andrea? ¿Dónde estás? Yo en el Café Cinema.
ANDREA*-¡Pili! ¡Yo también! ¿En qué esquina?
Y.:-Justo abajo del cartel de Cabildo y Juramento, ¡no te veo!
A.:-Ehh… Es que yo estoy en Santa Fé y Callao.


Este post debería hablar sobre otra cosa, pero me desencontré con mi hermano y no me dio la foto que necesitaba. Podría haberme enojado, pero eso no corresponde a una hermana mayor que está acostumbrada a despistes, desboles y otros graciosos percances que ocasionan las jóvenes generaciones, porcas miserias, en mis tiempos no pasaba. En fin, tuve que usar la foto de este otro cartel de calle, que igualmente es bastante jocoso. (Como el blog de donde lo hurté: www.chaochaocacto.blogspot.com.)
Existen desencuentros entre amigas, entre hermanos, o también con uno mismo, como le ocurrió a mi amiga Ana* que escucha Metallica desde los trece y yo la llevé a una fiesta latina. Allí, entre copa y copa, terminó siendo la locomotora de un trencito que marchaba al son del cucumelo, y me dijo “todo bien, Pili, pero no me hallo mucho aquí”.
Sin embargo y sin explicaciones, me propongo hablar de los desencuentros de género, es decir, cuando a una le gusta alguien y para ese alguien una está dibujada. Estos especimenes anodinos de los cuales ni siquiera habría que hablar, han sido ordenados según el rechazo que suscitan, desde el despreciable hasta el despreciable y medio. Veamos:

Tipología a): El que te dice que te quiere pero no quiere estar en pareja porque estuvo de novio un año y medio y quiere libertad. Carácter: Despreciable. Comentarios: Para estos sujetos, las mujeres venimos a ser una especie de traficantesas de esclavos del mundo moderno. La particularidad de estos siervos es que son tan libres de quedarse como de irse, y de hacer de su culo un pito, con lo cual queda subvertido por completo todo el concepto de esclavitud que dichos monigotes se atreven a esgrimir ante las incautas.

Tipología b): El que te dice que te quiere y después no te llama en un mes, y cuando lo llamás vos te dice que estuvo “muy ocupado”. Carácter: Temible. Comentarios: De qué nido de pajarón se cayó este presuntuoso, no sabemos. Porque un mensaje diciendo ternezas hasta puede mandarlo desde un inodoro, mientras hace aquellas cosas que no puede dejar de hacer por más OCUPADO que esté, él y el baño. Ni que fuera el Marqués de la Pitufresa en gira electoral.

Tipología c): El que te dice que te quiere y que si le convidás un pucho porque no compró. Carácter: Vividor. Comentarios: Más que un cigarrillo merece un cenicero por la cabeza -como hizo la Su- porque, como se dice, “Un tipo que pide prestado, mejor perdido que encontrado”.

Tipología d): El que te dice que te quiere y que si lo dejás, se mata / se sumerge en el vicio / se va del país. En este caso, una, que siempre está ahí, está dibujada por su esencia de “escenario”, en tanto constituye parte indisociable de lo que ellos creen que es su medio de supervivencia cotidiano. El estatus que nos otorgan está al mismo nivel que el de la heladera, el papel higiénico o la radio. Carácter: Tremebundo superlativo. Comentarios: “Dejémoslo” ahí.

Tipología e): El que no te dice que te quiere. Y ahí ya nada vale la pena, excepto tomar cerveza en fiestas latinas y hacer trencitos al ritmo del Cuarteto Imperial.

Como conclusión feminista, sostengo que los hombres -igual que los bañeros y los réferis- no serían tan hombres sin su pito. De veras.


(*) Andrea es la falsa Andrea de siempre pero en épocas pasadas, como mi celular demodé.
(*) Ana es el nombre falso de mi amiga ex-punk que no quiere que sus amigos aún punks sepan que me acompaña a fiestas, trencitos y pogos poco punks.