HOY: El ajedrez del flirteo

(INTERIOR, MEDIATARDE, MI COCINA)

NOVIA DE LUCAS*: -Pili, ¿un peón puede comer a otro si están enfrentados en las columnas laterales? Porque cuando juego con la computadora, me lo hace siempre. (Suspicaz) Para mí que me trampea.


Tras mucho cavilar en mis forzosos cuarteles de invierno, he descubierto una insólita similitud entre los devaneos del cortejo amoroso y el ajedrez. Dejo para la posteridad esta codificación de pieza/actitud apta para todo público, útil para sacarle la ficha a esos señores a los que nunca les cae la misma.

-Rey: Siempre está a la defensiva. Es cuando le mandás un mail a Su Majestad y no contesta. O lo llamás y se hace el arisco en todo: “Ah, es que por ahí ensayo, por ahí trabajo, por ahí me duele el pelo.” No hay manera de darle jaque.

-Reina: La actitud Reina es similar a la del Rey, pero con más displicencia, divismo y libertad de movimientos. El susodicho se pone en estrella y tira datos a lo pavote que demuestran lo cool que es: “Si querés te veo, pero mensajeame porque no sé dónde voy a estar, tengo que ir a un evento en Palermo, antes ceno con Alan Faena y después vuelo a Punta”.

-Caballo: Posee dos rasgos característicos. Primero, al verlo, tus amigos gays susurran “alto potro te enganchaste”. Segundo, nunca anda con el caballo cansado, ya que su modus operandi es saltar de escaque en escaque, boliche en boliche y señorita en señorita. Imposible domar a este bagual, desobedece toda rienda.

-Alfil: es cuando el caballero se va por la tangente y le lanza oblicuas miradas a tus amigas, primas o hermanas. Es tan poco confiable como el caballo.

-Torre: al revés que en el tarot, acá la Torre es buena. Consiste en algún tipo de acercamiento sólido, que puede ser horizontal, es decir, de camaradería: “acompañame a la cancha”; o vertical, o sea, de caballerosidad: “te llevo al cine”. Cuando después de algunas aceptables movidas-torre el tipo se mete en Rey, haciéndose el interesante, más que en un enroque estamos ante un enrosque de los típicos que suelen tener estos pibes en el marulo.

-Peón: Aquí se da el caso de algunos individuos que llevan a la señorita a un hotel, hacen sus cosas en el transcurso del turno, se retiran y desaparecen para siempre. Se llama “comer al paso”.


(*) Lucas es el falso nombre de mi inquilino; en realidad no es tan falso.

HOY: Los individuos colgados de una palmera

(INTERIOR, MADRUGADA, ESTACIÓN DE SERVICIO)
MARÍA NATALIA*: -Giuli, si nunca más en nuestras vidas volviéramos a tomar Coca-Cola, ¿qué sería de nosotras?
GIULIANA*: -¿De nosotras o de nuestras vidas?



Resulta que estaba yo con mi amigo Gino* en un bar, viéndole los mulatos al logo de Coca-Cola, ocupación productiva si las hay. Entonces aparece la moza y nos ve en pose tortícolis mirando fijo la botellita. Puso cara de “uh, ahora estos drogados no se van más y yo quiero cerrar” con la mayor expresión desaprobatoria que puede emitir una mesera sin perder propinas. Para justificarme no tuve mejor idea que decirle la verdad, que fue algo así: “es que le estamos viendo los negritos a la Coca”, con el pulgar derecho atascado en el pico de la botella. Quizás, si ustedes hubieran estado en su lugar, tampoco me habrían contestado.
Pero no planeaba hablar de mí, hay gente que cuelga de las palmeras más que Gino y yo juntos, y eso es decir mucho. Giuli siempre fue un caso de estudio, recuerdo que me hablaba de Fidel Castro, yo le respondía algo de la guerrilla del ERP y ella lo hilaba con Atila el Huno. Es que teníamos charlas de cama a cama y nos contestábamos completamente dormidas. Su alcoba era harto interesante; resulta que Giuli se colgaba en cambiar la decoración y ya a sus veinte bien cumplidos seguía teniendo sábanas de La Sirenita, pósters de Xuxa, plumas de flamenco obtenidas en un viaje a Cuba y cotillón de su fiesta de quince.
Otro exponente de los individuos pendulares de cocotero es mi amigo Lucas*, que si hay partido te pregunta “¿yo soy de Vélez, no?” Olvidé decirle que ganaron el Clausura, todavía debo estar a tiempo de llevarle la primicia.


(*) María Natalia sigue desaparecida por Facebuc.
(*) Giuliana continúa perdida con su tesis.
(*) Gino vive en el conurbano profundo.
(*) Lucas vive conmigo, lo incluyo en este homenaje a amigos lejanos porque combinamos los horarios para vernos poco y no poder pelear.

HOY: La pulcra depresión sentimental

(INTERIOR, NOCHE, CHARLA AMISTOSA DE CAMA A CAMA)

YO: -Pasa que conocés a alguien interesante, te empezás a ilusionar y al final ves que en realidad no es así. Por eso trato de no engancharme con el tema.
NACHO*: -¿Con forzar la realidad?
Y.: -No, con conocer a alguien.



Cobrar pagos atrasados y pelearse con la pareja en el mismo día suele desembocar en una cosa: zafarrancho de compras. En mi caso, siempre se trata de un asalto al Todo Suelto de limpieza. Asalto es en sentido figurado porque pagué por todas las cosas de la foto, pero convengamos que entrar a un negocio diciendo “¿eso qué limpia?, déme dos” tiene algo de pulsión delictiva, al menos hacia el propio bolsillo.
Yo combato -o combino- la depresión con el aseo doméstico. Es que deprimirse tiene la desventaja de ser un empleo full-time. Llama la gente y te pregunta si saliste a ver el sol que hay, ponele. ¿Qué les decís? Que no, que estuviste de lo más ocupada. ¡Y es cierto! ¿Cómo vas a tener tiempo si tenés que pasar dieciocho horas en estricto piyama? Y dedicarle sesiones diarias al llanto, ser tu propio caddie recoge-carilinas, ver las novelas trágicas de la tarde sin cortes, tararear baladas con las radios tristes, estar al día con el desaliño personal, comer poco… es una agenda que descorazona a cualquiera.
Por suerte el fordismo nos enseñó que se pueden compatibilizar tareas para aprovechar mejor los tiempos. Paso a detallar: podés llorar y sacudir la alfombra con ácaros, perder el apetito mientras destapás el inodoro con ácido clorhídrico e inhalás su vaho, despenarte trepando a la azotea en ojotas para plumerear la antena y así por el estilo.
Gracias a esta depresión proactiva, la casa está impecable. Pensando en positivo, diré que hasta podría compensar mis gastos en productos de limpieza y volverme rica: mi autoestima, por las honduras donde circula, ya es capaz de hallar yacimientos petrolíferos.


(*) Nacho es el nombre falso del que una vez afirmó extasiado “qué lindo tener plata y gastarla en cosas caras para limpiar, Blem naranja, Mr. Músculo antigrasa, ¡Lysoform Citrus!…” Está claro por qué nos hicimos amigos.