YO: -(Tantea cual Mr. Magoo) ¿QUÉ? ¿DÓNDE?
L: -(Desde el baño) Digo que ¡son unos genios los home-less!
Y: -(Tropieza con la Helatodo) ¿Pero por qué?
L: -(Sale con una vela en una mano y algo blanco en la otra) ¡¡Porque nos dejaron TODO su jabón en polvo!!
Todavía resuena en mí la vibrante alegría de mi compañera ante el descubrimiento de ese frasco chico de Nescafé mal tapado con una bolsa, conteniendo un puñado de polvo apelmazado. Saltar de felicidad por el hecho de heredar a un vagabundo anónimo nunca había estado en nuestros planes de clase media, pero ya se ve cuántas vueltas tiene la vida en los viajes de egresados.
Detergente también había, y, cosa extraña, ¡de primera marca! Yo lo empecé a usar, hasta que alguien me dijo que no era nuestro sino de los pibes que le daban fernet al chofer. Una conciencia muy limpia decidió que si lo habíamos tomado por error debíamos devolverlo. Me negué con los brazos en jarra y propuse que si era tan de ellos, que lo fueran a buscar, que ahí los esperaba si se aguantaban a lo guapo. Creo que ya por aquel entonces manifestaba yo una celosa ferocidad en lo que a elementos de limpieza se refiere. De todas formas, me obligaron a ir y dárselo a sus legítimos dueños. Era un Ala de 900 cm3, con colágeno, color rosa. (Lo echa de menos y snifea.) Ese duro golpe tuvo como consecuencia que no lavara ni un plato más en todo el viaje.
Y hablando de no hacer nada, ya es inútil retardar la entrada en escena de los personajes más funambulescos del Valle: los artesanos. Dichos individuos florecían a puñados en las cálidas y pedregosas banquinas de la zona, se apareaban por la noche en la orilla del río y bebían vino en caja cuales faunos de los bosques. Nunca sorteamos a ninguno de ellos sin que nos interceptara con un “Jí-hí, vó, ¿no tenís un pucho?” Rara vez caminaban, se movían o manifestaban algún tipo de actividad que pudiera clasificarse como “tarea”. Resultado de un extenso trabajo de campo grupal que los observó concienzudamente durante cinco días, fueron definidos como artezánganos. Y si bien han pasado los años, en nuestra comunidad se les siguió llamando por este apelativo común; jamás un artesano volvió a hacer artesanías, de allí en adelante fue siempre un artezángano que hacía artegansadas.
Para no parecer una holgazana zángana, y como ya no lavaba platos, dediquéme durante la estadía a las más diversas tareas. Me tocó lavar el buzo de Lulú*, que prácticamente sangraba salsa de una manga, y también curarle el dedo a Carola*, que se había cortado con un vidrio y se manchó la remera (en esa ocasión la herencia del jabón fue, sencillamente, una sucursal de la Gloria.) Como no teníamos curitas y Carola se desmaya si ve sangre, le eché azúcar en la herida y de paso bromeé con que hacíamos mermelada para Drácula. Años más tarde Rolando Graña explicó en la tele que así se curan los presos en las cárceles. Ignoro por qué, pero a mí me lo había enseñado mi mamá. Se ve que ya empezaba a sospechar que mi futuro no sería tan brillante.
Otra de mis ocupaciones era la de enfriar el jugo. Transcurridos ya dos días y sin presupuesto alguno para comprar Rolito, preparábamos el Tang a temperatura natural en una botella y luego lo metíamos en la acequia que bajaba con agua de deshielo. Y había que estar un rato. Pero no lo podías dejar e irte, como hice yo, porque en montañas a 1500 mts/snm. la corriente viene bravita y cuando te querés acordar, el jugo se fue valle abajo y lo tenés que correr por la orilla hasta atajarlo y lograr su rescate, extrayéndolo embarrado entre las algas. Poner eso en la mesa me valió algunas críticas. De más está decir que sólo fortalecieron mi autoestima y tozudez, como las de cuando se me cayeron TODAS las zapatillas y TODAS las medias de TODOS en el río, y de nuevo la correntada hizo de las suyas.
El destino me castigó por aquel descuido y me quedé sin calzado seco precisamente en el día de la Caminata hacia la Nada. Tres horas vadeando cursos de agua, espantando cabras, preguntándonos adónde íbamos, de dónde veníamos, si estábamos o no lanzadas al vacío, y trepando un cerro. Todos y cada uno de esos once kilómetros de aventura los recorrí en pantuflas. De raso. Estampadas a puro floripondio. Y con sendos moñitos color crema, tonalidad que jamás volvió a ser la misma, claro está. Vimos hermosos paisajes y varios cactus hachados por artezánganos con el cruel objeto de hacer pedro, el cóctel alucinógeno del lugar. Se decía por ahí que un compañero que lo probó estuvo toda la noche acariciando una piedra creyendo que era un gatito.
Al pegar la vuelta, el sol ya estaba cayendo. La linterna era un artilugio ajeno a nuestro equipaje, cosa complicada si estás deambulando por un páramo al que sólo se accede a pie o mula. Cuando ya calculábamos estar en problemas, preguntándonos eso de ahora quién podrá salvarnos, zás, apareció una F100 de la policía caminera, cual si fuera el Chapulín Engorrado. Nos cargó en la caja y pasamos el río todas las veces necesarias sin mojarnos. Ignoro cuáles eran las expectativas de María Natalia* respecto a la meta del camino; me consta que regresó con altos niveles de ofuscación en sangre y un emperre mayúsculo. Creo que la Nada la defraudó.
TO BE CONTINUED…
(*) Lara es el nombre falso de la que compañera que comió con gusto mi arroz hervido con ron y pez enlatado cuando se lo presenté con el nombre de “Suave guarnición blanca estilo pirata”. Después tomó y mezcló tanta sangría con vodka que terminó vomitándolo.
(*) Lulú es el falso apodo de una mujer realmente muy dulce, que sin embargo les revoleó una botella de Dr. Lemon a unos hijos del poder de paseo por el Valle, que nos miraron desde su vehículo importado creyendo causar impresión y nos dirigieron una grosería de la que no me percaté, para variar. Sí me di cuenta de la violencia del botellazo y atiné a agarrar a Lulú y guarecerla contra su voluntad en la cabaña. El hombre del grupo, mientras tanto, meta reírse sin soltar la jarra de vino con mandarina.
(*) Carola no se llama así de veras, pero de verdad sí que se desmaya si ve sangre.
(*) María Natalia es un alias de la que comentó con otro alias en otro post recordándome del agua “potable” de la cabaña, que “cada vez que abrías la canilla te salía el Amazonas entero con Tarzán incluido” de tanta alga que había.
8 comentarios:
HEY PILIS!
entre asambleas, amoríos, soledades, guitarras, sonidos, palabras, revistas, collares, folletos, mails, hidratos de carbono, palitos de la selva, anotaciones, dolor de espalda, entrevista a Marguerite Duras y mariposas colgantes hechas con radiografías de fémur roto(o algo simililar), me escabullí para escribirte.
Te extraño amiga!! cuando nos vemos?? venis a la presentación del libro de mi hermano? yo te espero!!!!!!!! mandé un mail por si acaso! beso te quiero !!!
Es que entre tanto caos presente preferí el caos pasado porque por lo pronto sé que terminé bien, es decir, terminé en este otro caos de ahora.
jeeeee
afeite! me encantó esa palabra...igual la primer imagen que se me vino luego del taco alto fue la de una pierna en pleno invierno que disfruta de su pelaje, ya que está a salvo bajo el pantalón o la medibacha y no hay ojo criticón abierto que inhiba su andar.
"Afeite", ¡jaja! La usé como adorno, en Chile o no sé dónde los afeites se refieren a los aderezos.
Cómo olvidar el dibujo de Cacta ilustrando su "pancho con afeites":
http://photos1.blogger.com/img/252/1598/640/Pancho%20con%20afeites.jpg
Pirlusa ahora si. Ahora no me niegues que la levantada de la Poli, no terminó en una resignada agachada de ustedes en un frio calabozo de la Patagonia.
Esta vez no voy a creerte que ustedes en esa época no eran de lo más agraciadas que puede haber y demás excusas. ya sabemos como son los muchachos de la Fuerza, no le hacen asco a nada.
Muy buen relato quiero ver cómo continua
Saludos cumpa!!!
Tito
Ah me olvidaba te iba a proponer que pongas nuestro blog en favoritos y nosotros el tuyo en nuestro blog.
Tito.-
¡AH! Esta es la ocasión ideal para decir "Touché", pero no, porque llevábamos a Lulú*, que era "la hija del comisario", jaja... también su tío y su abuelo estaban en actividad. Y el papá era el director de Minoridad en la provincia.
Es decir... Lulú fue nuestro salvoconducto.
Igual, ya que insistís tanto, la próxima incluyo algún que otro suceso picaresco.
Si las implicadas se quejan, diré que fue a pedido de los lectores.
Estoy con petite lu...
Nada de depilación... Naturalidad francaise...
(me marcho de este peludo mundo...)
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