Volví ¿volvemos?

Dejé abandonado este blog por razones de fuerza mayor.

Y también porque con la aparición de Facebook y los primeros celulares con datos, podías entrar a FB todos los días pero no te cargaba una página de blog ni a palos ☹

Bueno ahora que la tormenta ya pasó, ¡volví! En este caso con uno de viajes, porque en este tiempo de ausencia aproveché también para viajar a lo creisi (y tengo la intención de seguir).

El Helecho Que Lee le abre las puertas a Pirlutravel  Los espero ahí ;)


HOY: Las cosas amables de la vida

(EXTERIOR, TARDE, JARDÍN CON INSECTOS)
PRISCILA*: -(Saludando con beso y abrazo) ¡Qué olorcito rico tenés, como a frutas!
YO: -(Dubitativa) Mmmsí, es una colonia que compré Farmaciudad*

P.: -¡Está buenísima!
Y.: -Ehhhh sí, la macana es que se me pegan todas las abejas.


Según el 90% de los .pps en cadenas de mail, gran parte de las buenas cosas de la vida pasan por delante de nuestras narices y no nos damos cuenta. Elhelechoquelee intentará revertir ese statu quo que nos impide responder a la aviesa pregunta “¿sos feliz?” con un sí contundente como ladrillo de fierro. Nuestra lista de cosas queribles se inaugura hoy con el olor a pasto recién cortado, a lavandería, a nafta, a jazmines, el olor a asado, a tierra mojada, a pinos, a libros nuevos, a yodo en la playa, a cosa horneada, a lápiz guardado (quien tenga un cajón de madera con lápices estacionados sabe lo que digo), a tabaco sin quemarse, a fotocopias frescas, a pizza, a telas sin estrenar, a revista importada.
Es posible que crean que me volví muy sentimental, pero yo prefiero atribuirle todo a los corticoides que estoy tomando (ahh, es que estoy hace una semana con conjuntivitis virósica y tengo ojos de caballero Sith). Decidí hablar de aromas porque en este blog siempre se hablaba mucho de comida y como es primavera hay gente que ya está endietándose. Yo no, para mí la primavera es como un desboque de la comida que durante el invierno es horrible o no se consigue, como las frutillas, los rabanitos, las habichuelas, amm, los tomates sin congelar, los helados, la cerveza, bueno, terminé hablando de comida.
Una gran cosa de la primavera son las fresias. La fresia es de las pocas flores que no tienen perfumes remilgados y no se parece a nada. O sea, no dejan de ser flores pero no son la típica florcita amanerada que te da vergüenza andar llevando por ahí. Además la planta se banca la intemperie de verdad; los malvones, las margaritas y las alegrías son como muy maricas.
Otra amabilidad del mundo en esta época del año es el termostato clavado en 26ºC - 22ºC día y noche, vas por la vida sintiendo que estás en esos hoteles caros en los que nunca hace ni frío ni calor. A las personas con poca circulación como yo eso les permite una gran cosa: TRASNOCHAR.
El trasnochar es toda una actividad, no me refiero a salir a bailar y eso, sino a quedarse en el patio o balcón hasta la madrugada, bebida en mano, haciendo nada, puro gasto improductivo. Porque el que trasnocha sabe que está un poco como incendiando al tiempo y que al día siguiente no lo levanta ni Megan Fox en pantaletas, pero es que eso es parte del buen trasnoche. Trasnochar no es cambiar el horario sino disolverlo con un palito mientras te dejás vivir un rato.
Como la gente que no trabaja puede trasnochar mucho, diremos que otra gran manera que tiene la vida de ser amable es permitirnos vivir de rentas. Desgraciadamente casi no hay .pps emotivos que nos aviven para que nos enteremos cómo volvernos rentistas; una lástima.


(*) Priscila es el nombre falso de la que usa nombres verdaderos como nombres artísticos.

HOY: La emancipación

(INTERIOR, NOCHE, CASA DE NICO*)

NICO: -(Se arremanga la camisa nueva con gestito sobrador) Cuando te vas a vivir solo, hay tres grandes categorías que cambian de manera drástica: (enumera con los dedos) lo “divertido”, lo “fácil” y lo “peligroso”.

Ahh, la emancipación, esa etapa de la vida tan postergada por la falta de crédito inmobiliario y la extensión de la adolescencia hasta los 45 años; hoy hablaremos de ella. La foto no tiene nada que ver, se emancipó del escrito.

PRIMER MES: LA DESMESURA
Además de llevar invitados todos los días para no comer solo, seres del sexo opuesto para sentir que el precio del alquiler se amortiza con el plus de intimidad, salir todos los sábados y dormir el domingo entero para no angustiarse, durante el primer mes el emancipado comprará víveres de más. Hasta que no supere la vergüenza de pedirle al verdulero un escueto tomate, una magra zanahoria y media lechuga de pobre, se verá obligado a descartar las ¾ partes de la comida que compra.
Acostumbrado al tamaño familiar, puesto a elegir menaje, comprará la olla más grande, sólo para luego darse cuenta que es imposible enjuagarla en la mini piletita escolar de la kitchenette, que el agua de los fideos tarda 40 minutos en hervir y que no hay manera de meter la bendita olla en la alacena, que será exiliada en el lavadero. El emancipado sólo comprará una mediana cuando se harte de preparar sopa en el jarrito de café.  

Familiarizado con un hogar cuya cantidad de integrantes ronda los cuatro, cinco, ocho, preparará alimentos de acuerdo a esa medida. Un rasgo distintivo de su paso por esta etapa es que, invariablemente, generará dosis industriales de arroz. En contrapartida, y sabiendo que la última vez que hizo risotto hubieran comido Juan, Perico, Andrés y otros tres, calculará los fideos con menos abundancia. Inevitablemente, hará de menos.
En sus primeras semanas de vida emancipada, llegará famélico del trabajo y se pondrá a preparar una elaboradísima salsa (aún no ha aprendido que la comida más sabrosa es la que menos tarda en estar lista), imaginándose en ElGourmet.com. Media hora después advertirá que tiene más salsa que tallarines, más hambre que león en verdulería y que el chino de la vuelta ya cerró. 
Si algo se rompe o descompone, el emancipado llamará a la inmobiliaria. La inmobiliaria lo derivará al dueño del departamento. Este le dirá que hable con el encargado del edificio, quien sugerirá, a su vez, llamar a la inmobiliaria. En el transcurso del dime y direte pueden pasar de seis meses a un año, lapso durante el cual no puede bajarse la persiana del living, no anda la cadena del inodoro, hay un tarrito juntando agua que cae de algún lado y el faltante neto de picaportes se incrementa sin pausa.
 
SEGUNDA ETAPA: EL ORGULLO
Aquí, el emancipado ya incorporó ciertos tips que le permiten ahorrar tiempo y esfuerzo doméstico: aplastar las milanesas dentro de una bolsa para que la cocina no parezca el hogar de Jack el Destripador, tender las remeras lavadas en una percha, frizar perejil fresco o cebolla picada, barrer echándole previamente Blem al escobillón, o contratar una empleada en secreto. El orgullo le rebosa por las cinchas y se encarga de mostrar y compartir los trucos con todo visitante. Aquellos que lo frecuentan y han crecido con una madre ausente, problemas familiares o simplemente se han ido a vivir solos desde niños, sienten la tentación de darle al emancipado un terrón de azúcar y acariciarle el testuz murmurando “Buen chico, sabía que lo lograrías, no esperaba menos de ti”, pero se contienen para no herir sus sentimientos. 
 
TERCERA ETAPA: LA TEMPLANZA
Al año de haber salido del nido parental, el emancipado ha atravesado por lo menos una dura prueba de fuego –considerada como rito iniciático del que vive solo- a la que muchos llaman “serie de sucesos desafortunados”. La misma consiste en una concatenación de traspiés, percances e incidentes que deciden amontonarse en el mismo trozo de calendario. Estas pishadas de elefante en combo suelen incluir corte de Internet, asaltos, quedarse encerrado (dentro o fuera del hogar), pelea con la pareja, plagas –cucarachas, pulgas o murciélagos-, endeudamiento imprevisto superior a los 500$, choque de tránsito, inundación/incendio, desaparición o muerte de la mascota, visita sorpresa que viene por un día y se queda quince, conflictos laborales, caída o estallido de la puerta del horno, y más. Una vez que se ha mantenido la cordura después de una semanita que se presentó con estas fachas, el emancipado adquiere un temple indeleble y jura que es capaz de sobrevivir en Vietnam, Irak y Libia en simultáneo. 
Sin embargo, no todo es gloria. Algunos claudican. En noviembre rescinden contrato y se van a San Marcos Sierra con una excusa poco plausible. Nunca los volveremos a ver, y las noticias que nos llegarán de ellos serán difusas o de tercera mano, consistiendo las más de las veces en “los padres lo metieron en una granja”, “empezó Filosofía y dejó, ahora hace un curso de chef, reiki, no sé”, “tuvo una nena”, “engordó/adelgazó”, “está en la onda energética y es vegetariano” o “le cuida el locutorio al cuñado”.

CUARTA ETAPA: LA PLENITUD
Esta etapa arcádica al extremo es culminada drásticamente por el pasaje del emancipado a otra categoría, mucho más difícil, inexplorada y para la cual no hay receta alguna: el papi primerizo.  


(*) Nico es el nombre falso del amigo que cuando nos juntamos a cenar y me ve de plataformas, jopo y vestido pregunta qué hago tan producida un jueves y se ríe si le digo “ahh, ensayo para el sábado”.

HOY: La solución de los asuntos

(INTERIOR, CENA FAMILIAR HABLANDO SOBRE LAS NUEVAS NORMAS DE SEGURIDAD EN AEROPUERTOS, COCINA)

YO: -(Juega con un corcho) Abuelo, vos cuando viajabas siempre traías cosas de España, chorizos caseros, plantas, cigarrillos, Chivas Regal, flores, ¿cómo hacías? Porque nunca te dijeron nada.
MAMÁ: -(Sirve lemon pie) Es que también traía cien pesitos para el de la aduana, hija.


Mi abuelo tiene una manera muy particular de resolver las cosas. Para él, todo problema es soluble con:
a) Coimas
b) Kerosén
Hace un tiempo le pregunté cómo prender el fuego para el asado y lo que me dio fue un bidón de kerosén. Hace unos meses se tapó la cloaca y como la tapa estaba pegada me sugirió ponerle “un poquito de kerosén, en el borde…” Hace unas horas le pedí prestada una lima para madera, la fue a buscar, la vio sucia de aserrín y la limpió…con kerosén.
Hace años que tengo mosquitos en casa, sé que de preguntarle a mi abuelo cómo deshacerme de ellos obtendré la receta de una molotov. Es que haber estado cinco años bajo bandera en la segunda guerra mundial le permitió obtener una visión muy pragmática del mundo. Y haber cumplido las bodas de oro con él, contagió a mi abuela de ese pragmatismo. Por eso, como le costaba planchar las camisas de manga larga, se las cortó. Mi abuelo puso el grito en el cielo y de más está decir que tuvimos que poner bajo llave el kerosén.
Ha de ser la nuestra una familia con genes muy permeables a la herencia porque en su cumpleaños número ocho, mi madre se volcó cocoa en el borde del vestido y decidió que la tijera era el mejor de los quitamanchas. Yo también mantengo esa pasión por lo pragmático, sólo que en vez del kerosén y las coimas, lo mío es el WD-40 y la cinta de papel*, ya les contaré.


(*) La imagen y el asterisco de este post corresponden a Stiko-Pel, galardonada -por su empeño en mantener baja adherencia y su hercúlea voluntad para romperse- como La Peor Cinta de la Historia 2009.

HOY: Las cosas odiosas de la vida – Parte III

(INTERIOR, DÍA DE LIMPIEZA, LIVING)

YO: -(Mira al techo) Uh, ¡cuánta telaraña! Estos bichos…(Asesina, se arma con un plumero)
LUCAS*: -(Intercediendo cual Gandhi) ¡Nooo, no las mates! Cuidalas, se comen a los mosquitos.


Hoy echaremos nuevos ítems a las fauces de nuestra ya larga lista. Estos son: los portasahumerios con duendes libidinosos en masilla Epoxi, los anillos que usa González Oro y los mosquitos de patas a rayas. Añadiremos las canciones de Luis Miguel, los hombres que usan portafajo sin ser comerciantes, la existencia de Lucho Avilés y las suegras.
A Luismi lo dejo a un lado, sus fanáticas golpean. A Lucho, la Historia lo juzgará. A los del portafajo: ¿qué te hacés el pistola fanfarroneando plata, gil?
Hablaremos entonces de los únicos capaces de convertir al más común de los paraísos en el peor de los infiernos: los mosquitos. El Aedes Aegypti es verdaderamente el quinto jinete del Apocalipsis. Este castigo divino tiene de pavoroso hasta el nombre. Y el prontuario: se dice que ingresó al país anidado en maderas africanas, importadas con la vorágine de librecomercio en los infames ’90. Maldito seas mil veces, Darth Vader de jardines. Que tus hembras desoven infértiles hasta extinguir tu raza, ¡que un sucedáneo de Chernobyl te extirpe el aguijón y su uranio te castre por los siglos de los siglos!
Visto que el hombre no resolvió aún el problema mosqueril, nos cabe abrigar la esperanza de una embajada extraterrestre que en su variado equipaje cargue con el antídoto. Como según Nostradamus no van a venir hasta el 2012, también se pueden revisar los archivos de laboratorios rusos. Las republiquetas raras de la ex URSS ocultan mucho más de lo que esconden. Sin embargo, la opción económica y natural es también la más simple: ármese un ejército de sapos, cultívense veintiocho millones y pico de los mismos, siémbrense en las calles y que no se conduzca durante siete días justos, para evitar bajas.
Ah, el problema de las suegras tiene una solución rápida y sencilla, según mi padre: como a las musarañas, hay que matarlas desde chiquitas.


(*) Lucas es el falso nombre del que brinda asilo político a arañas, toma jugos color verde fluorescente y es adicto al azúcar. Vive conmigo.

HOY: Los Volanteros –Parte II-

(INTERIOR, VERMOUTH POST BAFICI ´05, BAR DE ALMAGRO)

JAVI*: -¡Ah! No sabés a quién vi esta mañana, ¿te acordás de Paolo el Rockero?
YO: -(Asiente entusiasta con un ojo mientras bebe su chopp)
J.: -Debe andar mal económicamente porque estaba en la calle Corrientes repartiendo los volantes de su propia obra teatral...


Pobre Paolo, por ahí hasta era el acomodador. Entrando en tema, estas son las tipologías relevadas de volanteros mercenarios:

-El Mendicante: gasta ojos de carnero, gran sonrisa y pestañas de vaca. Con su mirada parece pedir un favor de vida o muerte al extender su manecita. Si le das tiempo suficiente rogará algo como “Dale, mirá todo lo que me queda”.

-El Bonus Track: “con un laburo no alcanza”. El sujeto multiplica sus ganancias repartiendo dos volantes distintos a la vez, combinándolos según toque la suerte del día. Obtenés duetos paradójicos como yoga/compro oro o pilates/heladería.

-El Elitista Oligarca: sólo se te acerca si vas bien vestido, es el caso de los que ofrecen tarjetas de crédito. O las promotoras de perfumes, si no tenés pinta de gastar en fragancias importadas, te miran feo y murmuran para sí: “Te darióla la muestrita, chirusa.”

-El Taylorista-leninista: reparte sin cesar a velocidad pasmosa, sin un milisegundo de tiempo muerto, y -a diferencia del elitista- no hace distinciones y cree en la Igualdad entre los hombres: su lema es “Todo el tiempo a todos, y para todos, todo.”

-El Sexista: pasan dos hombres delante mío en la salida del subte B. El volantero les da papelito a ellos y a mí no. Sintiéndome discriminada, levanto uno del piso. El mismo ofrece señoritas en portaligas a elección, etcétera, y ahí entiendo. El caso inverso se da cuando el volante de marras ofrece uñas esculpidas.

-El Mala leche: Después de recibir una docena de volantes sobre depilación, Herbalife, corte y tintura, pedicuría, gimnasios, dermopeeling, viandas light y "tenemos talles grandes", invariablemente vas a desesperarte por un espejo para saber cuán necesitada de esos servicios te ves. ¿Autoestima? bien, gracias.

-Paolo: es tan especial que tiene una categoría para él solito. Su frase favorita es “uh, ahg, hola, persona.”


(*) Javi es el falso nombre de un ex estudiante a quien no volví a ver, así que no pude pedirle el volante de Más loco que nunca. Una pena.

HOY: Los Volanteros –Parte I-

(INTERIOR, VÍSPERA DE ELECCIONES ESTUDIANTILES, DESCANSO EN ESCALERA DE FACULTAD)

VOLANTERA: (Reparte panfletos de su agrupación a troche y moche, incluso con violencia)
JOSEFINA*: (Esconde las manos y se anticipa) –Gracias, ya tengo.
V.: -(Despreciativa, escamotea la pila de folletos) –Ah, igual no te iba a dar, nena.


Así te vea cargando amplio bolsamen supermercadil, una mochila de niño, el niño mismo, una begonia con maceta y el celular, te va a insistir para que agarres lo que reparte. Así esté ofreciéndole drenaje linfático a un señor trajeado con portafolio y bigote marcial, él le encajará el papelucho. El repartidor de volantes porteño conoce su profesión, y desconoce límites.
Hay dos tipologías básicas que conviene distinguir: el mercenario (le pagan; su hábitat preferido son las avenidas) y el ad-honorem (lo hace por amor a la camiseta -del Che- y frecuenta en manada las universidades públicas). Estos últimos suelen ser feroces y acompañar la volanteada con aullidos de propuesta electoral.
En el próximo encuentro hablaremos sobre los volanteros mercenarios, las categorías en que se dividen y sus frases favoritas. Lo urgente ahora son las medidas de prevención contra los ad-honorem. Si te ataca alguno, intentá debatir sin dejar que ponga en marcha su casete discursivo; equivale a no correr en línea recta cuando te persigue un cocodrilo.
Para que la comparación anterior tenga sentido supondré que es muy habitual ser perseguido por cocodrilos en la ciudad y que todos sabemos cómo huir de los mismos. Es una hipótesis mía porque con lo de la gripe N1H1 hace mucho que no piso las calles y me las imagino como un pandemónium de transeúntes malévolos que estornudan porcinamente, valerosos reporteros munidos de micrófono y alcohol en gel que los combaten, Godzilla refrescándose en los lagos de Palermo, un convoy de insurrectos animales del zoo puestos en libertad por cerdos resfriados a los que ni Elliot Ness puede detener por miedo a acercarse, y lo peor: votantes de Macri sin bozal.
Continuará.


(*) Josefina es en realidad una compañera mía la mar de finolis que, paradójicamente, tiene el nombre femenino más peronista del que se tenga noticia.

HOY: El ajedrez del flirteo

(INTERIOR, MEDIATARDE, MI COCINA)

NOVIA DE LUCAS*: -Pili, ¿un peón puede comer a otro si están enfrentados en las columnas laterales? Porque cuando juego con la computadora, me lo hace siempre. (Suspicaz) Para mí que me trampea.


Tras mucho cavilar en mis forzosos cuarteles de invierno, he descubierto una insólita similitud entre los devaneos del cortejo amoroso y el ajedrez. Dejo para la posteridad esta codificación de pieza/actitud apta para todo público, útil para sacarle la ficha a esos señores a los que nunca les cae la misma.

-Rey: Siempre está a la defensiva. Es cuando le mandás un mail a Su Majestad y no contesta. O lo llamás y se hace el arisco en todo: “Ah, es que por ahí ensayo, por ahí trabajo, por ahí me duele el pelo.” No hay manera de darle jaque.

-Reina: La actitud Reina es similar a la del Rey, pero con más displicencia, divismo y libertad de movimientos. El susodicho se pone en estrella y tira datos a lo pavote que demuestran lo cool que es: “Si querés te veo, pero mensajeame porque no sé dónde voy a estar, tengo que ir a un evento en Palermo, antes ceno con Alan Faena y después vuelo a Punta”.

-Caballo: Posee dos rasgos característicos. Primero, al verlo, tus amigos gays susurran “alto potro te enganchaste”. Segundo, nunca anda con el caballo cansado, ya que su modus operandi es saltar de escaque en escaque, boliche en boliche y señorita en señorita. Imposible domar a este bagual, desobedece toda rienda.

-Alfil: es cuando el caballero se va por la tangente y le lanza oblicuas miradas a tus amigas, primas o hermanas. Es tan poco confiable como el caballo.

-Torre: al revés que en el tarot, acá la Torre es buena. Consiste en algún tipo de acercamiento sólido, que puede ser horizontal, es decir, de camaradería: “acompañame a la cancha”; o vertical, o sea, de caballerosidad: “te llevo al cine”. Cuando después de algunas aceptables movidas-torre el tipo se mete en Rey, haciéndose el interesante, más que en un enroque estamos ante un enrosque de los típicos que suelen tener estos pibes en el marulo.

-Peón: Aquí se da el caso de algunos individuos que llevan a la señorita a un hotel, hacen sus cosas en el transcurso del turno, se retiran y desaparecen para siempre. Se llama “comer al paso”.


(*) Lucas es el falso nombre de mi inquilino; en realidad no es tan falso.

HOY: Los individuos colgados de una palmera

(INTERIOR, MADRUGADA, ESTACIÓN DE SERVICIO)
MARÍA NATALIA*: -Giuli, si nunca más en nuestras vidas volviéramos a tomar Coca-Cola, ¿qué sería de nosotras?
GIULIANA*: -¿De nosotras o de nuestras vidas?



Resulta que estaba yo con mi amigo Gino* en un bar, viéndole los mulatos al logo de Coca-Cola, ocupación productiva si las hay. Entonces aparece la moza y nos ve en pose tortícolis mirando fijo la botellita. Puso cara de “uh, ahora estos drogados no se van más y yo quiero cerrar” con la mayor expresión desaprobatoria que puede emitir una mesera sin perder propinas. Para justificarme no tuve mejor idea que decirle la verdad, que fue algo así: “es que le estamos viendo los negritos a la Coca”, con el pulgar derecho atascado en el pico de la botella. Quizás, si ustedes hubieran estado en su lugar, tampoco me habrían contestado.
Pero no planeaba hablar de mí, hay gente que cuelga de las palmeras más que Gino y yo juntos, y eso es decir mucho. Giuli siempre fue un caso de estudio, recuerdo que me hablaba de Fidel Castro, yo le respondía algo de la guerrilla del ERP y ella lo hilaba con Atila el Huno. Es que teníamos charlas de cama a cama y nos contestábamos completamente dormidas. Su alcoba era harto interesante; resulta que Giuli se colgaba en cambiar la decoración y ya a sus veinte bien cumplidos seguía teniendo sábanas de La Sirenita, pósters de Xuxa, plumas de flamenco obtenidas en un viaje a Cuba y cotillón de su fiesta de quince.
Otro exponente de los individuos pendulares de cocotero es mi amigo Lucas*, que si hay partido te pregunta “¿yo soy de Vélez, no?” Olvidé decirle que ganaron el Clausura, todavía debo estar a tiempo de llevarle la primicia.


(*) María Natalia sigue desaparecida por Facebuc.
(*) Giuliana continúa perdida con su tesis.
(*) Gino vive en el conurbano profundo.
(*) Lucas vive conmigo, lo incluyo en este homenaje a amigos lejanos porque combinamos los horarios para vernos poco y no poder pelear.

HOY: La pulcra depresión sentimental

(INTERIOR, NOCHE, CHARLA AMISTOSA DE CAMA A CAMA)

YO: -Pasa que conocés a alguien interesante, te empezás a ilusionar y al final ves que en realidad no es así. Por eso trato de no engancharme con el tema.
NACHO*: -¿Con forzar la realidad?
Y.: -No, con conocer a alguien.



Cobrar pagos atrasados y pelearse con la pareja en el mismo día suele desembocar en una cosa: zafarrancho de compras. En mi caso, siempre se trata de un asalto al Todo Suelto de limpieza. Asalto es en sentido figurado porque pagué por todas las cosas de la foto, pero convengamos que entrar a un negocio diciendo “¿eso qué limpia?, déme dos” tiene algo de pulsión delictiva, al menos hacia el propio bolsillo.
Yo combato -o combino- la depresión con el aseo doméstico. Es que deprimirse tiene la desventaja de ser un empleo full-time. Llama la gente y te pregunta si saliste a ver el sol que hay, ponele. ¿Qué les decís? Que no, que estuviste de lo más ocupada. ¡Y es cierto! ¿Cómo vas a tener tiempo si tenés que pasar dieciocho horas en estricto piyama? Y dedicarle sesiones diarias al llanto, ser tu propio caddie recoge-carilinas, ver las novelas trágicas de la tarde sin cortes, tararear baladas con las radios tristes, estar al día con el desaliño personal, comer poco… es una agenda que descorazona a cualquiera.
Por suerte el fordismo nos enseñó que se pueden compatibilizar tareas para aprovechar mejor los tiempos. Paso a detallar: podés llorar y sacudir la alfombra con ácaros, perder el apetito mientras destapás el inodoro con ácido clorhídrico e inhalás su vaho, despenarte trepando a la azotea en ojotas para plumerear la antena y así por el estilo.
Gracias a esta depresión proactiva, la casa está impecable. Pensando en positivo, diré que hasta podría compensar mis gastos en productos de limpieza y volverme rica: mi autoestima, por las honduras donde circula, ya es capaz de hallar yacimientos petrolíferos.


(*) Nacho es el nombre falso del que una vez afirmó extasiado “qué lindo tener plata y gastarla en cosas caras para limpiar, Blem naranja, Mr. Músculo antigrasa, ¡Lysoform Citrus!…” Está claro por qué nos hicimos amigos.

HOY: El arte de bardear

(EXTERIOR, CREPÚSCULO, PLAYA)

YO: (Mira el panorama con la pompa posada en pañuelo palestino. Señala un manojo de jóvenes que futbolean) -¿Juegan bien ésos?
PRIMO GONZALITO*: -(Contundente) No.
Y.: -Pero el de rulos corre como loco, miralo.
P.G.: -Sáh…desde que empezó el partido que la toca con la vista.
Y.: -Bueno, ¿y aquél, el de la chomba con Jesús? Tiene actitud.
P.G.:-Jesús no, Capusotto. No corre nada, le echás agua y crece.
Y: -(Achica los ojos) ¿Capusotto? Bob Marley, parece. No, Olmedo. Olmedo de Manosanta. (Esperanzada) ¿Y ése, el de remera naranja?
P.G. :-(Didáctico) No es una remera, es la camiseta de Banfield y es un tarambana. (La pelota pega en la nuca del susodicho y hace gol en contra) ¡Viste! ¡Pero miralo! (Gesticula indignado) ¡QUÉ TIPO, ES UN POSTRE JUGANDO!
Y.: -¿Un qué?
P.G.: -Un postre, un postrecito, ¡mirá lo que es la defensa, (enumera con el canto de la mano) está la línea completa: Shimmy, Serenito y Danette!


Durante las vacaciones noté que, si bien Gonzalito posee talento para jugar a la pelota, para insultar tiene genio.
Él quiere ser piloto, locutor e ingeniero civil. Yo ruego que salga relator deportivo. Sabiendo que su padre es umpire de tennis pero trabaja de astrónomo, o que su madre se recibió de politóloga pero era instrumentadora quirúrgica y preceptora, continuaría la tradición familiar. La contra es que todos viviríamos bajo amenaza telefónica y él no recibiría zapatillas de canje después de los partidos, una pena.
La imagen que nos acompaña parece decir “Paz y amor, no insultes, deja el arma, toma el canolli”, pero no. Porque el objeto de este escrito es explorar las amplias posibilidades del agravio a través de postres. Eso incluye gritar “flancito, flancito” ante mis fláccidos muslos, afirmar que Flor Torrente es menos sensual que una gelatina sin sabor, o bautizar “imperial ruso” a un gerente pretencioso.
Es notable lo rápido que se contagia este modismo de agravio postreril. Un rato después de la crítica futbolístico-playera le pedí a Gonzalito que barriera el departamento. Cuando vi la “limpieza” que dejó, improvisé gestos de hinchada siciliana y le espeté: “¿Ah, barriste? Con la mirada habrás barrido, acá hay mugre, bancos de arena, migas, pelusines… ¡sos un hojaldrito barriendo!”


(*) Gonzalito es el nombre falso de un primo con el que me une otro parentesco.

HOY: El bizcochuelo con vida

(INTERIOR, MEDIODÍA DOMINICAL, CASA DE ABUELA CATY*)

ABUELA CATY: -(Enarbola un bizcochuelo blancuzco, zozobrado en el centro y negro en los bordes) ¡Mirá qué rico el postre que te hice, nena!
YO: (Tiembla)
A.C. :-(Acorrala a su nieta) Te sirvo un pedacito ya mismo.
ABUELO: -No comas, Pilarcita, es una porquería como siempre.
A.C.: -(Coercitiva, sirve una porción abundante) Por qué no te callás un poco, le puse nueces y todo.
Y.: -(Come igual, conciliadora) Sí, igual tiene un gusto raro. (Se atraganta y tose) Abue, ¿con qué nueces hiciste esta torta?
A.: -Le puso las que quedaron de Navidad y estamos en Mayo, a vos te parece.
A. C.:- Ah, se las muestro, así les callo la boca. (Destapa un frasquito y vuelca su contenido sobre la mesa) Con éstas, ven, están buenas…
Y. :-(Azorada, observa pequeños seres blanquecinos que reptan y saltan) Pero abue, ¡¡están llenas de gusanitos, mirá!!
A. C.:-Dónde, nena, nooo, ¡eso son miguitas!
Y.:-¡Si son miguitas por qué las matás aplastándolas con el repasador, abue!
A. C.:-Bueno, callate, qué “delicagada” que sos, queridita. (Querulante y furiosa al ver que poso el “postre” en el plato) ¿¿CÓMO, NO VAS A COMER MÁS??


Después de un grato diálogo sobre la entidad de las miguitas que se movían por propia voluntad, mi abuela reiteró: comé otro poquito, nena. Yo le expliqué que todo bien si estuviéramos en guerra o con la ciudad sitiada, pero ahora paso, abue, gracias. Calcularán que agradecí in mente las gestiones de Cancillería por no tener hipótesis de conflicto con ningún país de la Tierra.
Calcularán que mi abuela, pese a todo, insistió.
Calcularán que, de hacerle caso, sería la mejor nieta del mundo, pero no: soy la más sojuzgada. Me mandé al buche un bocado -elegido en el perímetro del “postre”, ya que las nueces con el poderoso y anélido ingrediente X se habían afincado en el centro- y le dije “gracias abue”, “muy rico”. Es que en veintitrés años de convivencia familiar se aprende a no contradecir parientes, al menos no a los míos.


(*) Caty es el nombre falso de mi abuela, no sé por qué se lo cambio. Total, para bien de la Humanidad, no hay otras como ella.