HOY: El arte de bardear

(EXTERIOR, CREPÚSCULO, PLAYA)

YO: (Mira el panorama con la pompa posada en pañuelo palestino. Señala un manojo de jóvenes que futbolean) -¿Juegan bien ésos?
PRIMO GONZALITO*: -(Contundente) No.
Y.: -Pero el de rulos corre como loco, miralo.
P.G.: -Sáh…desde que empezó el partido que la toca con la vista.
Y.: -Bueno, ¿y aquél, el de la chomba con Jesús? Tiene actitud.
P.G.:-Jesús no, Capusotto. No corre nada, le echás agua y crece.
Y: -(Achica los ojos) ¿Capusotto? Bob Marley, parece. No, Olmedo. Olmedo de Manosanta. (Esperanzada) ¿Y ése, el de remera naranja?
P.G. :-(Didáctico) No es una remera, es la camiseta de Banfield y es un tarambana. (La pelota pega en la nuca del susodicho y hace gol en contra) ¡Viste! ¡Pero miralo! (Gesticula indignado) ¡QUÉ TIPO, ES UN POSTRE JUGANDO!
Y.: -¿Un qué?
P.G.: -Un postre, un postrecito, ¡mirá lo que es la defensa, (enumera con el canto de la mano) está la línea completa: Shimmy, Serenito y Danette!


Durante las vacaciones noté que, si bien Gonzalito posee talento para jugar a la pelota, para insultar tiene genio.
Él quiere ser piloto, locutor e ingeniero civil. Yo ruego que salga relator deportivo. Sabiendo que su padre es umpire de tennis pero trabaja de astrónomo, o que su madre se recibió de politóloga pero era instrumentadora quirúrgica y preceptora, continuaría la tradición familiar. La contra es que todos viviríamos bajo amenaza telefónica y él no recibiría zapatillas de canje después de los partidos, una pena.
La imagen que nos acompaña parece decir “Paz y amor, no insultes, deja el arma, toma el canolli”, pero no. Porque el objeto de este escrito es explorar las amplias posibilidades del agravio a través de postres. Eso incluye gritar “flancito, flancito” ante mis fláccidos muslos, afirmar que Flor Torrente es menos sensual que una gelatina sin sabor, o bautizar “imperial ruso” a un gerente pretencioso.
Es notable lo rápido que se contagia este modismo de agravio postreril. Un rato después de la crítica futbolístico-playera le pedí a Gonzalito que barriera el departamento. Cuando vi la “limpieza” que dejó, improvisé gestos de hinchada siciliana y le espeté: “¿Ah, barriste? Con la mirada habrás barrido, acá hay mugre, bancos de arena, migas, pelusines… ¡sos un hojaldrito barriendo!”


(*) Gonzalito es el nombre falso de un primo con el que me une otro parentesco.

HOY: El bizcochuelo con vida

(INTERIOR, MEDIODÍA DOMINICAL, CASA DE ABUELA CATY*)

ABUELA CATY: -(Enarbola un bizcochuelo blancuzco, zozobrado en el centro y negro en los bordes) ¡Mirá qué rico el postre que te hice, nena!
YO: (Tiembla)
A.C. :-(Acorrala a su nieta) Te sirvo un pedacito ya mismo.
ABUELO: -No comas, Pilarcita, es una porquería como siempre.
A.C.: -(Coercitiva, sirve una porción abundante) Por qué no te callás un poco, le puse nueces y todo.
Y.: -(Come igual, conciliadora) Sí, igual tiene un gusto raro. (Se atraganta y tose) Abue, ¿con qué nueces hiciste esta torta?
A.: -Le puso las que quedaron de Navidad y estamos en Mayo, a vos te parece.
A. C.:- Ah, se las muestro, así les callo la boca. (Destapa un frasquito y vuelca su contenido sobre la mesa) Con éstas, ven, están buenas…
Y. :-(Azorada, observa pequeños seres blanquecinos que reptan y saltan) Pero abue, ¡¡están llenas de gusanitos, mirá!!
A. C.:-Dónde, nena, nooo, ¡eso son miguitas!
Y.:-¡Si son miguitas por qué las matás aplastándolas con el repasador, abue!
A. C.:-Bueno, callate, qué “delicagada” que sos, queridita. (Querulante y furiosa al ver que poso el “postre” en el plato) ¿¿CÓMO, NO VAS A COMER MÁS??


Después de un grato diálogo sobre la entidad de las miguitas que se movían por propia voluntad, mi abuela reiteró: comé otro poquito, nena. Yo le expliqué que todo bien si estuviéramos en guerra o con la ciudad sitiada, pero ahora paso, abue, gracias. Calcularán que agradecí in mente las gestiones de Cancillería por no tener hipótesis de conflicto con ningún país de la Tierra.
Calcularán que mi abuela, pese a todo, insistió.
Calcularán que, de hacerle caso, sería la mejor nieta del mundo, pero no: soy la más sojuzgada. Me mandé al buche un bocado -elegido en el perímetro del “postre”, ya que las nueces con el poderoso y anélido ingrediente X se habían afincado en el centro- y le dije “gracias abue”, “muy rico”. Es que en veintitrés años de convivencia familiar se aprende a no contradecir parientes, al menos no a los míos.


(*) Caty es el nombre falso de mi abuela, no sé por qué se lo cambio. Total, para bien de la Humanidad, no hay otras como ella.

HOY: Las excusas de bar

(INTERIOR, NOCHE, CAFÉ EN “LA AFRICANA”*)

PRISCILA*: -Como decía Napoleón, “Divide y reinarás”
NACHO*: -No, Maquiavelo...
P.: -Bué, sí, pero Napoleón lo repitió.


Rememorad teorías improvisadas al tuntún y veréis que un bar es el escenario de las más abominables y descabelladas. No es casual que el paradigma de bar televisivo haya sido un programa de Sofovich donde se defendía al extravagantísimo Modelo del Derrame.

La excusa de café es el nombre vulgar de la hipótesis ad-hoc, o la magia del “si no la gano, la empato”. Y en eso, Priscila cantó pri. De seguir así tiene un gran porvenir en la abogacía o en una consultora. El futuro le depara vacantes en el Senado, campeonazgos de truco y celdas en Ezeiza. Pero ella quiere ser periodista. Será una profesional objetiva a la caza de la Verdad; sino, trabajará en Clarín.

Vito*, otro amigo vinculado al periodismo, tiene la mala costumbre de generalizar. Y si te quejás, se excusa diciendo que un porteño en un bar está autorizado a afirmar cualquier cosa. Por caso: Todos sabemos lo que busca una minita que usa minifalda con 17°C, Nadie planea tener hijos trabajando en Garbarino o El fútbol está todo arreglado. (Nótese el abuso del término absoluto “TODO”. Deducimos que la AFA recauda a lo pavote arreglando solteros contra casados, seguro que la nueva casa de Grondona en Pinamar vino de ahí.)

Lo del fútbol fue devastador, como si me dijeran de nuevo que los Reyes no existen. Y eso que nunca me lo dijeron, me di cuenta solita cuando escuché a mi mami diciendo que iba a poner detergente en la palangana con agua para simular baba de camello.
De estar en un bar, hallaría una excusa para explicar que mamá es fanática de las mise-en-scène porque salió a mí.


(*) “La Africana” es el nombre falso de una pizzería que lleva el gentilicio de otro continente. No sé por qué se lo cambié.
(*) Priscila es el nombre falso de una amiga; si le dejo el verdadero no me enseña más a ganar al brigde.
(*) Nacho es el nombre falso de un amigo, si no se lo cambio no me convida pastafrola casera. Como verán, mi amistad es desinteresada y altruista.
(*) Vito es el nombre falso de un amigo que si le dejo el verdadero, dejo asimismo el mundo de los vivos.

HOY: El Síndrome del Avestruz

(INTERIOR, SÁBADO A LA NOCHE DE 1998, LIVING FAMILIAR)

PADRE: -(Observa con desaprobación mi vestimenta, sobre todo la miniatura de falda en color revulsivo y tela tornasol) ¿Quién te asesora, hija? ¿El gerente de Mecago Enlaelegancia?


Así como los avestruces y las urracas, yo me desboco y tiro a lo que destella. Por suerte no lo ingiero como los primeros, si bien lo llevo a mi nido como las segundas. Es cuestión de verlo y asirlo, no importa si se trata de una cartera, un par de zapatos, un cartel vial.
Mi amiga Giulana*, cuando caminábamos por Cabildo, me sugería “Mirá, Pili, esa vidriera tiene colores y cosas que brillan, crucemos” y yo le decía “¡Bueno, dale!” toda entusiasmada, y después resultaba que Giuli quería cruzar para comprarse un helado. Me engañaban como a una criatura. ¡Será posible!
De todas formas pude controlar un poco mi compulsión hacia los colores impactantes y objetos que titilan, logrando mantener a raya al llamado “Síndrome del Avestruz”, enfermedad también conocida como “Fiebre de la Urraca”.
Este problema está ligado a mi afectividad anclada en el limpiesciente (estructura psíquica de la limpieza); es que en realidad no limpio por pulcra sino porque ansío ver brillar todo, desde los muebles hasta los cromados de la heladera. A veces doy miedo.
En fin, creo que recibir críticas familiares durante la juventud fue provechoso, fortalecieron mi amor propio, cultivaron mi independencia y me afincaron de por vida, con orgullo, en un innato gusto grasa. En este momento, de seguro llevo puesta alguna bombacha con estrellitas rutilantes o dragones carmesí. Brindo por ello con esta medida de Fernet “Chabona-Pega más!”; por favor imaginen un vaso barato de latón plateado.


(*) Giuliana es el nombre falso de la amiga que me hacía ese tipo de trastadas. Fea la actitud.