HOY: Los vicios

(INTERIOR, NOCHE, RESTAURANTE CHINO “TODOS CONTENTOS”)

MARÍA NATALIA*-¿Por qué pondrán azucareras en las mesas de un restorán?
YO: -Vos sos Rata, te leo el horóscopo, mirá, está en los mantelitos.
M.N.: -¿Qué habrá en la azucarera? Estos chinos…
Y: -Uy, dice que al Chancho le cuesta formar pareja, que no tengo compatibilidad con nada, ni siquiera con otros chanchos. Y que soy alegre pero materialista. ¿Eso es bueno o malo?
M.N.: -La azucarera tiene una salsa roja y una cuchara, qué cosa más rara…
Y: -Por qué será que los Chanchos no congeniamos con nadie, si siempre estamos pendientes de los demás…
M.N. -Má sí, yo le zampo esta salsa a los arroces.

Y fueron sus últimas palabras emitidas sin dolor ni aftas.


Con las obleas marca VEA pasa lo mismo que con el cigarrillo: con la primera tosés y escupís, luego no podés dejar de consumirlas, a continuación se te hace hábito decir “estas porquerías me matan, pero de algo hay que morir”, después tenés treinticinco años y los triglicéridos por las nubes.


Se supone que todo vicio es solitario y que engendra paredes de incomunicación, aislando a quienes lo practican del resto de los humanos. Al menos eso es más o menos lo que pretenden los que se envician. No siempre tienen éxito, claro. A la hora de enviciarse hay varios famosos que consiguen amistades suculentas, se multiplica su popularidad y les llueve un paparazzo de la chimenea, quien cual Papá Noel carga con una bolsa de campañas y contratos millonarios. Pobres los famosos, se envician buscando ser antisociales y el omnívoro mercado del espectáculo los come como vienen y los vomita aderezados para las revistas.
De todas formas mi intención no era hablar de Kate Moss sino de María Natalia*, Andrea*, Violeta*, Giuliana*, Priscila* y yo. Si hay algo que nos ha unido a través del tiempo, eso no es tanto la amistad como nuestra afición morbosa al picante. El Picante en todas y cada una de Sus Graciosas Manifestaciones Terrenales. Sin importar su origen étnico, propiedades, efectos adversos, contraindicaciones o carácter ilegal en varios estados de E.U.A., hémonos rendido a él, una a una y en conjunto. Como ejemplo valga el souvenir que se trajo Priscila de su viaje a la Patagonia. Ni mochileros, ni mails de alemanes, ni casitas de chocolate, ni fotos con pingüinos: sólo curry ahumado.

En la imagen del currente post vemos el recipiente por el que María Natalia tuvo una experiencia mística oriental –el nadir del Nirvana- virtud alcanzada gracias a las dotes de la fórmula misteriosa que dimos en llamar “Chimichurri chino”, cuyo sabor fue descrito como “varios pequeños holocaustos de Hiroshimas en mi boca, por Dios, dame agua”.
Agua no había, pero mi té rojo se desapareció como por cuento chino de Fu-Manchú. No me lamenté mucho porque en realidad se trataba de un Cachamay común y corriente. De todas formas, no crean que el chimichurri del Celeste Imperio ejerció algún tipo de moraleja en los hábitos alimentarios de nuestra amiga, qué va. Ni bien volvió a su ciudad natal acudió a “Tequila” a comer tacos. Ni bien al día siguiente su médico de cabecera le diagnosticó un principio de gastritis, volvió a “Tequila”, pero esta vez para probar los “Tacos Picositos Uy Uy Uy”.

Con Andrea jamás nos olvidaremos de la Noche Triste del Jalapeño, no. Cómo borrar el inquietante recuerdo de esa salsa verde radiactiva que untaba nuestros panchos con un poder equivalente a trece mil voltios de mostaza. ¡Anda la osa con los mexicanos! Sí que hay que ser machote para condimentar así. De hecho, nosotras lo hicimos. (Pero no por eso nuestra feminidad está en duda.)

Creo que lo siguiente fue el Pollo Broasther de “Chabuca Granda”, el restaurante favorito y fetiche de nuestra cofradía. El pollo en sí no es culpable de ningún cargo. Pero esa salsita con aparente inocencia de mayonesa casera debería buscarse pronto un abogado.
Y los vegetales no escapan del catálogo, claro que no. Y si lo intentan, los atraparemos. En noviembre de 2007 ocurrió un suceso insólito: fue la primera vez que dejé verduras en mi plato. Esos rábanos los había cultivado el diablo, los cosechó el anticristo y los vendía un supermercado de voraz capital extranjero. Y justo los compré yo.

Cabría esperar aquí un cierre moralista o una justificación a nuestros actos de debilidad por el condimento, pero lo reemplazaremos por esta declaración de principios:
"ANTES MUERTA QUE SOSA”.

(*) María Natalia es la de siempre.
(*) Andrea podría ser la de siempre, pero no, porque es de esas mujeres que siempre se están reinventando a sí mismas.
(*) Violeta es un nombre falso muy útil porque reemplaza nombres de flores y también nombres de colores, ¿no?
(*) Giuliana nos acompañó a cenar a “Ay Jalisco, no te rajes”, pero no sabe que lo estoy divulgando porque no se imagina que Giuliana es ella, que en realidad se llama distinto.
(*) Priscila viajó al Sur con una guitarra y otro nombre, el real.


HOY: El Dragón Violeta con un Regalo

(EXTERIOR, NOCHE, AVENIDA SAN MARTÍN)

JOVEN ANÓNIMO Y PETULANTE: -¡Hola, hermosas!
ANDREA* y YO: -(…)
J.A.Y P.: -Ustedes no, ¡las baldosas!





Siempre que salimos con mi amiga Andrea estamos sin un peso. A veces atinamos a compartir un pancho con lluvia de papas, a veces debemos renunciar a ellas porque sin los 0,25$ que cuestan no podemos pagar el bondi de vuelta, a veces debemos obviar el pancho y contentarnos con bizcochitos Don Satur; a veces…bueno, a veces no nos contentamos.
Andrea es de esas personas con las que siempre la pasás bien y te reís mucho, aunque no estés borracho ni nada, aunque se haya cancelado la fiesta a la que ibas o aunque en la que estuvieras la cancelase la policía.
Con Andrea suelen ocurrirnos cosas raras, como la noche que bautizamos a un chicle (Raúl*) en un charco, o cuando peleamos por una prepizza tibia contra un horno rebelde armadas con una escoba y dos cucharas, o cuando conocimos al Obsequioso Dragón Violeta que motivó estas líneas. Yo seriamente pensé que era –como le pasaba a Joan Miró- producto de alucinaciones provocadas por el hambre, pero no, porque Andrea había cenado un sanguchito de traviata con una feta de salchichón primavera y un té, y esta cronista se había tomado un plato de fideítos munición con medio caldo en cubo. Le sacamos fotos para ver si era cierto, pensando que la cámara podría distinguir entre un espejismo y un dragón real. Pues bien, hemos descubierto que la cámara es un artilugio con muchas mañas y nunca se sabe si dice la verdad.

Todo empezó porque quisimos ir a una tal “Fiesta Crónica del Tomate”. El nombre y el emplazamiento del festejo debieron disuadirnos, pero no somos fáciles de convencer, no. Como hacía frío íbamos encapuchadas y de negro, mirábamos al piso, la puerta de entrada a la fiesta del Tomate nos dio acidez y decidimos saltearnos la salsa; se ve que esa noche nos graduamos de amargas. Al menos eso nos dieron a entender los comentarios de los paseantes. Para evitarlos dimos la vuelta a la manzana y así hallamos a la imagen dichosa, con la que nos retratamos cual pequeñajo junto a Barney en el Tren de la Alegría. Sólo que sin tren, porque a esa hora ya no pasa. Y sin alegría, porque estábamos de negro y hacía frío.

Habiéndonos llenado de felicidad y dando un lento rodeo, retornamos a la avenida, sólo para oír a unos impertinentes que nos decían cosas como “Hermosa… vos no, la baldosa!” y “Qué linda…la del medio”. Con semejantes desparpajos, el Dragón Obsequioso se veía mucho más atrayente, sobre todo porque tenía la admirable cualidad de ser mudo; el comando MUTE es un accesorio con el cual varios hombres deberían nacer.



(*) Andrea se llama Andrea y no le quise cambiar el nombre porque de eso ya se encargaron los inoperantes del Registro Civil cuando tramitó su DNI.

(*) Raúl no puede demandarme porque es un chicle adherido en la suela de mi sandalia izquierda, así que me desquité con él poniendo su nombre verdadero. Raúl, ¡quedaste pegado!

HOY: La psicología del limpiescente

(INTERIOR, DÍA, CASA DE NACHO*)

NACHO: -Acabo de barrer pero no se nota, ¡este piso inmundo!
PILI:- …uh, sí, yo ayer enceré el patio.
N.: -Estás loca.
P.: -Pero quedó lindo.
N.: -Es un re laburo, ¿o no?
P.: (Afirma con un gesto mientras muerde una tostada con azúcar y mantequilla)
N.: -Pero pará, es el patio de tu casa?
P.: (Afirma con otra tostada)
N.: -Pero ahí LLUEVE, ¿o no?
P.: -Eh…., sí.


Lo que Nacho no entiende es que no importa que el patio se me haya emporcado todo con la primera tormenta, ¡no! Todo obedece al mecanismo de la estructura interna del limpiescente. El término limpiescente tiene un origen etimológico claramente doble. Nos estamos refiriendo al carácter inconsciente de la limpieza.
Cuando un asesino mata, siempre va y se lava las manos -aunque no tenga sangre-, cuando un político resulta electo por sus víctimas del padrón, también. Cuando un conductor atropella una vaca enjuaga el parabrisas, cuando James Bond elimina indeseables contrarios al Imperio de Su Majestad, se baña con traje y todo. Siempre que el ser humano realiza acciones que incomodan a su conciencia, trata de limpiarse de alguna forma. En ciertas religiones ya de chiquito vienen los curas y te tiran agua por haberte mandado la macana de nacer, hecho del cual todas las personas solemos arrepentirnos más o menos seguido. En otras creencias te meten en un río antes de que te cases, se ve que para atenuar el remordimiento de haber rematado la soltería.

Todos poseemos una estructura psíquica limpiescente, la gran mayoría la ignora. Algunos seres reniegan de su existencia, como los hippies. Otros hacen de ella la base de toda su afectividad, como yo. Este hábito comenzó en el año 2000 cuando mi amiga Lara* me dijo que para tranquilizar los nervios no hay nada mejor que lavar platos.

Y así empieza una. Primero es solamente eso, cosa de nada, unos platos a lavar, una alfombra que aspirar, y decís “yo lo controlo”, “es mi vida”, “estoy en mi casa y no jodo a nadie”. Después ya vas y comprás Blem, y no te alcanza, querés Polycera, comprás Polycera y enseguida fue, querés Glocot Pisos Plastificados, tenés el Glocot y te endeudás para pagar las cuotas de una lustradora. Porque cuando uno siente que hace todo mal en la vida, no alcanza con bañarse, cortarse las uñas y remojar la ropa en Oxypower, no, como TODO está mal, TODO hay que limpiar.

-Testimonio real-
“…En los primeros meses, un Cif me duraba un tiempo, pero esto es una espiral. Un día vas y probás el Brasso y sentís que el Cif es para los pibes, y le das al Brasso, y después aunque no tengas plata no te va y caés en el Brishine, el Brishine es repeligroso, pero como es barato, ya ahí no te importa. Alcohol de quemar, azul de metileno, todo. Vienen estas chicas todas muy lindas, mostrándote la mejor cara de El Coloso, de Ace, de Vanish, de Comfort Tentaciones (¡mirá los nombres que tienen!) y vos le das para adelante. Es eso, que encima la sociedad no te ayuda, porque está todo ahí al alcance de la mano y lo conseguís de una, ellos saben a quién ofrecerle. Ponés la tele en esos programas chismodeprimentes de las dos, tres de la tarde y está Míster Músculo endiosado. Es que le rinden culto a eso, sino mirá la gota Magistral, aparece como sabiéndoselas todas, y los chicos lo ven y es un modelo, pero un modelo equivocado…”
“…Yo no digo que les pase a todos, no, ni le echo la culpa a los medios. Pero cuando venís mal de ánimo, sintiendo que fracasaste en el amor, en la vida, tu familia no te aprueba, te echan del trabajo, perdió Racing y no tenés a nadie, lo único que te queda es ponerte a limpiar. Estás por llorar y decís “no, si voy a lagrimear que sea por mezclar detergente y lavandina” y le entrás al sarro del inodoro. Es tal cual lo que le pasó a ese marido de Elizabeth Taylor, que se quiso matar metiendo la cabeza adentro del horno, lo vio sucio y se puso a limpiarlo. Te aferrás al friegue, repase y lustre con la adrenalina por el techo, a la altura de donde estaban las telarañas del cielorraso, como si fuera lo último que te queda en la vida. El plumero es tu mejor amigo, y si estás mal, qué mejor que la contención de una suave franelita con aroma a Blem Naranja…”


(…)


“…De a poco se lo va controlando, pero cuesta. Todavía hoy, si estoy mal de ánimo, seguro que el espejo del baño no tiene ni una marquita; si el chino me subió veinte centavos los bizcochitos Don Satur, los picaportes están lustrados; si me rebotaron un cheque, barrí la terraza; si nadie me llama el sábado a la noche, el domingo hay limpieza general. Creo que cuando tenga hijos voy a ser de esas señoras que, delante de todo el mundo, se escupen saliva en el pulgar y le refriegan la cara a su pequeño para limpiarle el helado que se le chorreó por el mentón, aunque ahí ya haya barba…”

El primer paso es aceptar el problema de esta afectividad nucleada en el limpiescente, ya que cuando los demás se dan cuenta se preocupan. Es como cuando viene a casa el amigo Mario* y todo brilla, entonces pasa el dedo por la repisa, mira lo impecable que está, me mira a mí, mira la repisa, se mira al dedo, me mira de nuevo y ya, derrotado, no le queda más remedio que decir “Pilar, vos estás al borde del suicidio.”


(*) Nacho no existe, aunque se parece mucho a cierta persona.
(*) Lara es el nombre falso de una amiga a la que no veo hace años, así que podría haber usado el real.
(*) Mario nunca dijo nada pero lo pensó, aún llamándose de otra forma y no habiendo ido jamás a mi casa.

HOY: Presentación prolegómena


El helecho que lee se hizo blog y vegeta entre nosotros.

Holaholahelecho está muy bien y todo parece indicar que va a seguir existiendo, pero había un plantín que necesitaba nueva maceta, con menos foto y más letra.

Porque vivir sola está muy bien pero de hecho ya me estoy cansando de hablar con las plantas; a nivel personal eso debe haber influido en esta nueva publicación. Necesito expresarme. Sabrán entender, sabrán disculpar.

Averigüé que, por esas maravillas de la fonética, elhelechoquelee es un saludo vespertino en chino mandarín y una declaración de amor en quechua. (Y cuidado porque si lo decís cuatro veces en voz alta se muere un hada.) Está dirigido a todos aquellos que tienen Internet en su trabajo y no quieren trabajar, prefiriendo que eso quede en secreto. ¡Bienvenidos camaradas! El helecho que lee escribe para vosotros, y es mucho menos botón que el logo de YouTube, el tapiz verde del solitario y los tecleos de los jueguitos. En síntesis, estamos ante una burla más a la productividad.*

(El target también incluye desempleados que trasnochan, ex militantes de algo, oyentes de Aspen, insomnes, asesores estatales, compulsivos varios, gente que no se recibe porque no terminó la tesis, panaderos, etcétera.)

¿Se sentirá ofendido u ofuscado quien aparezca o aparente aparecer en estas inocentes crónicas? Sin duda que no, porque la sorna y la cháchara que embarazan esta prosa lo hacen en aras del llamado humorismo angélico, para entretenimiento de los dioses y dicha de los hombres.


(*) Aquello último es un aporte de María Natalia, mi amiga artista plástica a la que (¡paradojas del apodo!) para preservar su identidad no le cambié el nombre que le pusieron sus padres. Al humorismo angélico también le iba a poner un asterisco pero ya se sabe más o menos de quién es, y sino hay que leer Adán Buenosayres porque de ahí sale.